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domingo, 29 de noviembre de 2015

Viajamos a... Waterloo - 1815 Memorial



Desde el parking, destaca la visión de la Colina del León



La semana pasada estuvimos en Waterloo para conocer el lugar donde Napoleón fue derrotado. ¡Por fin! La experiencia ha sido de diez, a pesar de que el conjunto de nuestro viaje se vio perjudicado por el estado de máxima alerta terrorista que afectó a la capital belga, Bruselas. Como sabréis, hacía tiempo que ansiaba visitar este lugar emblemático, aunque debo reconocer que mi idea sobre lo que me encontraría era bastante vaga. 

El primer paso consiste en acceder al 1815 Memorial, un museo impresionante, bien distribuido, original y ameno. En lugar de centrarse únicamente en la batalla, este museo está dedicado a toda la era napoleónica y, curiosamente, la estrella central es el pequeño corso. Ni Wellington ni ningún otro vencedor, sino Napoleón.

El 1815 Memorial es un museo que realmente entra por los ojos.


Una primera sala nos pone en antecedentes desde la Revolución Francesa, para pasar a exponernos los protagonistas de la época y las guerras napoleónicas. Pero sin duda, es la zona de los uniformes y armas donde más hemos disfrutado. Le siguen otras áreas, como la sala de reproducción de la batalla en 3D -interesante, aunque los efectos son mejorables- o la dedicada a la época que sigue a la caída de Napoleón.

En lo alto de la Colina del León se puede contemplar el campo de batalla. ¡Maldita niebla!


Tras la visita al museo, se puede acceder a la famosa Colina del León, creada en 1826 por mujeres holandesas, sobre el lugar donde fue herido el príncipe de Orange. En la cima hay un mirador con magníficas vistas, lo que hace que merezca la pena ascender sus 226 peldaños. También se pueden recorrer los caminos del entorno para apreciar varios monumentos conmemorativos, así como la famosa granja de Hougoumont.

En definitiva, se trata de una visita más que justificada, que además puede ocupar buena parte del día si se va con tiempo -a varios kilómetros están el cuartel general de Napoleón y el Museo Wellington-. Solo puedo poner una queja / propuesta para mejorar el 1815 Memorial: ¡Audio y textos en castellano! Sin más, animaros a realizar esta visita que me ha parecido un gran ejemplo de musealización.



miércoles, 11 de febrero de 2015

Waterloo, 2015: El bicentenario de la batalla


Cartel de Waterloo 2015. Imágenes cedidas por la organización.

Este año, los campos de Waterloo (Bélgica) volverán a ser escenario de una batalla. ¡No os alarméis! Ya que se trata únicamente de una recreación con mosquetes de imitación. Eso sí, apostando por una puesta en escena rigurosa y llevando por bandera la fidelidad a la hora de recrear los hechos que acontecieron aquél 18 de junio de 1815.  Con motivo del bicentenario de la batalla, se congregarán en Waterloo numerosas agrupaciones de recreación histórica procedentes de todo el mundo, hasta conformar un grupo que supera los 5.000 participantes, incluyendo 300 jinetes y 100 piezas de artillería. Casi nada.



Battle of Waterloo Reenactment - copyright Katia Chaval
 
La conmemoración se producirá entre los días 18 y 21 de junio, pero lo que nos interesa, las reconstrucciones de la batalla, tendrán lugar los días 19 y 20 a las 20.00 horas. De este modo, el viernes 19 se celebrará el primer espectáculo, protagonizado por el avance de 700 infantes franceses y sus combates con las tropas de Wellington. Al día siguiente se realizará la segunda reconstrucción, con el contraataque final aliado, la llegada de las tropas prusianas y la recreación de la escena de aniquilación de la Guardia Imperial y el famoso "La Guardia muere, pero no se rinde". Según la organización, se espera alcanzar los 60.000 espectadores por evento, cifra que transmite la magnitud de los actos. En la página web se pueden adquirir los tickets, con unos precios que van de los 15,75€ en pie a los 38€ con asiento (www.waterloo2015.org).
 
Lo cierto es que se trata de una oportunidad magnífica para visitar la zona de la batalla y algunos lugares emblemáticos como el castillo de Hougoumont o la Colina del León. Pero, si por algún motivo te resulta imposible asistir, tenemos una buena noticia pará ti: la siguiente conmemoración no será con motivo del tricentenario, sino mucho antes. Concretamente en el año 2025. Parece ser que los belgas han encontrado un filón en la última batalla de Napoleón como forma de potenciar su turismo cultural. Y a nosotros nos parece muy bien.
 

Waterloo Reenactment - copyright GrÇgory Bellemont

 
 
FUENTES
 
 
 

martes, 18 de noviembre de 2014

Listado de películas sobre las guerras napoleónicas




A continuación presentamos un listado de películas y miniseries ambientadas en las guerras napoleónicas. Algunas solamente emplean este contexto como trasfondo, mientras que otras son más profundas y buscan recrear personajes y batallas históricas.


1812 (Vasili Goncharov, Kai Hansen y Aleksandr Uralsky, 1912).

Había una vez un hombre (Victor Sjöström, 1917).

Napoleón (Abel Gance, 1927).

Napoleon auf St. Helena (Lupu Pick, 1929).

Maria Walewska (Clarence Brown y Gustav Machatý, 1937).

Napoleón tiene la culpa (Curt Goetz, 1938).

El vencedor de Napoleón (Carol Reed, 1942).

Kutuzov (Vladimir Petrov, 1944).

El hidalgo de los mares (Raoul Walsh, 1951). 

Désirée (Henry Koster, 1954).

Napoleón (Sacha Guitry, 1955).

Guerra y Paz (King Vidor, 1956).

Llegaron los franceses (León Klimovsky, 1959).

Austerlitz (Abel Gance, 1960).

Madame Sans-Gêne (Christian-Jaque, 1961).

Napoleón II, el aguilucho (Claude Boissol, 1961).

La fragata infernal (Peter Ustinov, 1962).

Motín en el Defiant (Lewis Gilbert, 1962).

Cenizas (Andrzej Wajda, 1965).

Guerra y Paz (Sergei Bondarchuk, 1968).

Waterloo (Sergei Bondarchuk, 1970).


Los duelistas (Ridley Scott, 1977).

Sharpe's Eagle (serie de TV) (Tom Clegg, 1993).

El Conde de Montecristo (Josée Dayan, 1998).

Pan Tadeusz (Andrzej  Wajda, 1999).

War in the Highlands (Francis Reusser, 1999).

Mi Napoleón (Alan Taylor, 2001).

Napoleón (Yves Simoneau, 2002).


La última batalla (Monsieur N.) (Antoine de Caunes, 2003).

To the Ends of the Earth (David Attwood, 2005).

Napoleón y yo (Paolo Virzì, 2006).

Guerra y paz (Robert Dornhelm y Brendan Donnison, 2007).

Bruc. El desafío (Daniel Benmayor, 2010).

Las líneas de Wellington (Valeria Sarmiento, 2012).


miércoles, 21 de mayo de 2014

Los generales de Napoleón (I): Charles de la Bédoyère



Charles Angélique François Huchet (1786-1815), conde de la Bédoyère, fue uno de los generales más jóvenes de Napoleón. A pesar de pertenecer a una familia bretona de tradición monárquica, la Bedóyère fue un enamorado de los ideales de la Revolución. Ingresó en el Ejercito en 1806 y un año más tarde combatió en Prusia y Polonia, siendo ascendido a teniente e ingresando en el 11º regimiento de Chasseurs à cheval. En 1808 participó en la Guerra de la Independencia española como ayudante de campo del mariscal Lannes, resultando herido en la batalla de Tudela y siendo posteriormente ascendido a capitán. Será herido nuevamente en la batalla de Aspern-Essling, en 1809, y tras la muerte del mariscal Lannes se convirtió en ayudante de campo de Eugène de Beauharnais, hijo adoptivo de Napoleón.

Durante la campaña de Rusia, La Bédoyère participó en las batallas de Moscú y del Berézina, siendo ascendido a coronel. En 1813 contrajo matrimonio con Georgine de Chastellux, de familia monárquica. Ya en marzo de 1814, tomará parte en la defensa de París. Tras el exilio de Napoleón, la Bédoyère mantendrá su lealtad y abandonará el Ejército por un tiempo, si bien acabó aceptando el mando del 7º Regimiento de Línea estacionado en Chambéry (Saboya). Sin embargo, cuando Napoleón regresó a Francia, la Bédoyère y sus tropas desertaron del Ejército realista, poniéndose al servicio del emperador y ocupando Grenoble. Napoleón le recompensó con el ascenso a general. En la campaña de los cien días actuó como ayudante de campo del emperador, combatiendo en Ligny, Quatre Bras y, por último, en Waterloo.

A pesar de la amnistía decretada tras la segunda restauración, la Bédoyère fue arrestado y condenado a muerte. Había previsto su huida a América, pero fue capturado en París cuando acudió a despedirse de su mujer e hijo. Al igual que el mariscal Ney, él mismo dio la orden de abrir fuego a su pelotón de fusilamiento el día 19 de agosto de 1815. Tenía 29 años.




FUENTES

viernes, 9 de mayo de 2014

"Waterloo" (1970): La última batalla de Napoleón, en el cine


Escena en la que Napoleón (Rod Steiger) firma el tratado de Fontainebleau de 1814.
El cuidado de la estética es una de las marcas de la película.

Waterloo es una película fascinante. Un verdadero clásico del cine, aunque un tanto maltratado debido a sus pobres resultados en taquilla. De hecho, hay quien culpa a esta producción ítalo-soviética de haber llevado a Stanley Kubrick a desechar su faraónico proyecto de película sobre Napoleón. Cosas de la vida. De todos modos, Waterloo es un film que hará las delicias de los aficionados al cine bélico ambientado en la época napoleónica, de obligado visionado en versión original ya que el monótono doblaje al castellano lastra notablemente la grandilocuencia de sus personajes.

Producida por Dino de Laurentiis, la dirección corrió a cargo de Sergei Bondarchuk, tras el éxito de su anterior película, Guerra y Paz, premiada con el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1968. Así mismo, contó con un reparto de primera categoría aunque quizás no demasiado comercial, donde destacan Rod Steiger (Napoleón), Christopher Plummer (Wellington), Orson Welles (en un breve pero contundente papel como Luis XVIII) o Dan O' Herlihy (encarnando al parecidísimo mariscal Michel Ney).

Dan O' Herlihy en el papel del enérgico mariscal Ney.

Guión

Un guión sólido, excelentemente documentado, que busca recrear los hechos históricos que representa con fidelidad y detalle, tomándose pocas licencias (aunque alguna hay). En cuanto a la estructura del film, a modo de prólogo, arranca con la imagen de un Napoleón forzado a abdicar por sus mariscales. Tras los créditos iniciales, combinados con imágenes del emperador en un barco rumbo a Elba, se distinguen dos grandes bloques. El primero, protagonizado por Napoleón o, si se quiere, el bando francés, muestra el regreso del emperador, así como sus intentos por evitar la guerra. Un segundo bloque, el de la batalla propiamente dicha, se presenta bastante equilibrado mediante el binomio Napoleón-Wellington. Fundamental la escena del baile, quizás un tanto tediosa pero necesaria -que a mí personalmente me recuerda a la de El Gatopardo-, pues sirve como transición entre ambas partes del film, al tiempo que refleja la lentitud de los británicos frente a un Napoleón que ya había cruzado la frontera.



Teatralidad

La interpretación de Rod Steiger como Napoleón es sublime, en mi opinión la mitad de la película. Consigue reflejar las contradicciones y pesares de un emperador cansado y enfermo, pero que aún conserva destellos de su vibrante genialidad. Steiger combina energía y languidez, retratando esa doble vertiente inherente a la condición humana: el Napoleón público, enérgico y carismático; y el Napoleón privado, el que sufre, duda y mira hacia el pasado con melancolía. Un Napoleón, en definitiva, humano, sin idealismos. El único toque épico lo aporta la magnífica banda sonora de Nino Rota.




El detalle

Un film cargado de simbología, de cuidada estética y gusto por los detalles. Memorable la escena en la que Napoleón avanza hacia el 5º Regimiento de Línea. Lejos de idealismos, se refleja a un hombre terrenal, con barba de varios días y el ropaje deslucido por el polvo del camino. La estética de la época se refleja no solo en los uniformes (perfectos, si los comparamos con producciones muy posteriores como el notable telefilm Napoleón), sino también en decorados (castillo de Hougoumont, por ejemplo), frases y conversaciones plasmadas tal y como han quedado recogidas en los libros y documentos de la época, o la formación de las unidades. Mención especial merece la caracterización de los personajes, con parecidos muy logrados en buena parte de los casos. Ese afán por el detalle llevó a los realizadores a tomar obras pictóricas como referente a la hora de recrear escenas tales como la carga de los Scots Greys.


Plano que recuerda a la obra Scotland Forever! de Lady Butler (1881).



Espectacularidad

Durante el rodaje se emplearon miles de extras, de hecho soldados del Ejército Rojo encarnaron a las tropas británicas. Esta recreación masiva, conjugada con el magistral empleo de la cámara por parte de Bondarchuk, brinda a los espectadores unas imágenes impresionantes, en un tiempo en el que no existían efectos digitales. Grandiosa la escena que recrea la carga de caballería de Ney con miles de jinetes. Esa grandiosidad también se puede apreciar en el siguiente fragmento, uno de los momentos cumbre de esta gran desconocida que es Waterloo.




FUENTES


Blog de Cine Bélico e Histórico del Major Reisman 

IMDb

miércoles, 12 de febrero de 2014

Napoleón Bonaparte (III): Los Cien Días





Viene de: Napoleón Bonaparte: el emperador de Francia (1808-1814)

La restauración borbónica en la persona de Luis XVIII no tardó en perder su inicial apoyo popular. El mito de Napoleón comenzó a acrecentarse nuevamente y éste, bien informado de la situación a pesar de su exilio, regresó a Francia. El 1 de marzo de 1815 desembarcaba junto a su guardia personal (menos de un millar de soldados) en las cercanías de Cannes. En su avance hacia París, recurrió a sus habituales arengas, ganando adeptos allá por donde pasaba. Los campesinos se sumaban a su causa, al tiempo que las tropas enviadas por Luis XVIII desertaban para unirse a su marcha hacia el norte. El 14 de marzo, las tropas del mariscal Ney interrumpían el paso a Napoleón y sus hombres. El Emperador, para evitar un baño de sangre, avanzó hacia las tropas que le apuntaban y, cómo no, recurrió a las palabras. Nuevamente, aquellos que tenían por misión detener al emperador, cayeron rendidos ante su presencia, con su mariscal incluido.

De este modo, el 20 de marzo, Napoleón entraba en el Palacio de las Tullerías sin haber recurrido a la violencia. Pero era consciente de que los tiempos habían cambiado. Aunque en general tenía el apoyo de los franceses, éstos no deseaban más guerras. Por tanto, lejos de buscar el conflicto con sus habituales enemigos, Napoleón trató de garantizar que no quería otra cosa que la paz. La respuesta de los aliados no pudo ser más contundente: formaron la Séptima Coalición (Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia) y declararon la guerra a la persona de Napoleón -que no a Francia-.

Una formidable maquinaria bélica se ponía en marcha contra Francia, y Napoleón, haciendo gala de su habitual iniciativa, se percató de que una batalla decisiva sería la única esperanza. En Bruselas se encontraba el británico Wellington, apoyado en su ala izquierda por el prusiano Blücher. Los ejércitos austriaco y ruso (éste último concebido como reserva) aún se encontraban demasiado lejos como para constituir una amenaza. Un golpe devastador contra los ejércitos de Wellington y Blücher podrían suponer el fin de la guerra...

Napoleón cosechó dos victorias importantes en Quatre Bras y Ligny. En esta última batalla, las tropas prusianas del viejo mariscal Blücher sufrieron una buena paliza, pero la fallida persecución francesa no convirtió la batalla en una victoria decisiva. Las tropas prusianas huídas consiguieron reagruparse, por lo que seguían constituyendo una amenaza. El emperador envió a un tercio de sus hombres en su persecución, al mando del mariscal Grouchy.

El 18 de junio tenía lugar la batalla de Waterloo. Wellington adoptó una posición defensiva, dejando a sus espaldas un área boscosa. Napoleón interpretó este hecho como un mal paso, pero Wellington sabía lo que se hacía, pues casualmente había reconocido la zona meses antes. Su única esperanza consistía en ganar tiempo hasta la llegada de Blücher en su ayuda, cosa que al comienzo de la batalla pendía de un hilo.

La batalla acabó como es bien sabido. Grouchy no consiguió alcanzar la retaguardia prusiana, y Blücher logró llegar al campo de batalla en ayuda de Wellington. La línea de la Vieja Guardia francesa, la tropa de élite del emperador, acabó rota, acabando con toda esperanza. Los errores de Ney, las lagunas del plan de un Napoleón cansado y enfermo a causa de sus problemas estomacales, y la lentitud de Grouchy, abocaron a su fin a la causa imperial. Es cierto que Waterloo, en un sentido militar, pudo no ser tan determinante como se cree. Muchas de las tropas lograron reagruparse, a lo que hay que sumar los hombres de Grouchy. Sin embargo, Napoleón perdió todos sus apoyos en París y se vio obligado a abdicar el 22 de junio. Sus esperanzas de exiliarse en los Estados Unidos e incluso en Gran Bretaña se vieron truncadas, acabando confinado por los británicos en la isla de Santa Elena.


FUENTES


CHANDLER, D.: Las campañas de Napoleón. Un emperador en el campo de batalla, de Tolón a Waterloo (1796-1815). Madrid, La Esfera de los Libros, 2005.

lunes, 20 de enero de 2014

Los mariscales de Napoleón (I): Michel Ney, el más valiente entre los valientes


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Los generales de Napoleón (I): Charles de la Bédoyère



Michel Ney (1769-1815) fue uno de los mariscales más aguerridos de Napoleón. Duque de Elchingen y Príncipe del Moscova, Ney no se formó en academia militar alguna, sino que se alistó en el 5º Regimiento de Húsares en 1787, junto al cual combatió en la Revolución Francesa en el bando revolucionario. Consiguió el ascenso a teniente tras la batalla de Valmy en 1792 y, desde entonces, comenzó a lograr fama por su coraje. Sin embargo, las carencias en su formación militar serán, a la postre, su perdición.

No obstante, esa carencia no le impidió elaborar una meteórica carrera militar apoyada en la valentía, la iniciativa y un gran conocimiento de la caballería: capitán en 1794, general de brigada en 1796 y general de división en 1799. En 1802 recibió el mando de las tropas acantonadas en Suiza como Ministro Plenipotenciario para los Asuntos Helvéticos. Contrario en un principio a Napoleón, los vínculos entre su esposa y la hija de Josefina propiciaron un encuentro entre Ney y Napoleón del que ambos salieron fascinados. De este modo, en 1804 el Emperador lo convirtió en Mariscal del Imperio. Al mando del VI Cuerpo de Ejército de la Grande Armée desempeñó un gran papel en las guerras contra Austria y Prusia, participando en batallas como Elchingen, Jena o Eylau.

En 1808 luchó brevemente en las campañas de España y Portugal y, en 1812, en la campaña de Rusia. Su participación en las batallas de Smolensk y Borodino al mando del III Cuerpo de Ejército quedó en un segundo plano tras su increíble hazaña en la retirada francesa. Ocupando con su III Cuerpo la retaguardia gala, Ney plantó cara ante los innumerables ataques de la caballería cosaca en una espectacular huida, logrando escapar de una muerte casi segura y presentándose ante Napoleón, el cual, sorprendido, lo bautizó como el "más valiente entre los valientes".

El mariscal Ney apoya a la retaguardia en la retirada de Moscú, Adolphe Yvon.

Tras la derrota en Rusia y la terrible situación en España, Francia había perdido la iniciativa. Ahora el territorio patrio y la mismísima capital francesa se veían amenazados en la Campaña de los Seis Días. En ese momento, perdida toda esperanza, Ney aconsejó a su Emperador la abdicación y, una vez éste partió hacia la isla de Elba, confraternizó con la causa borbónica.

A Napoleón la isla mediterránea se le hacía pequeña, y su ambición le llevó a regresar para ocupar nuevamente su trono, desembarcando con un millar de partidarios en el sur de Francia el 1 de marzo de 1815. Ney fue enviado por Luis XVIII para detener a Bonaparte, y con prometió con arrogancia llevarlo a París metido en una jaula. El 14 de marzo, en las cercanías de Auxerre, se producía el encuentro y las tropas de Ney, ante la presencia de su antiguo Emperador, desertaron en masa. Ney, ante aquel espectáculo, volvió a quedar cautivado por la aureola de Napoleón, fundiéndose ambos en un abrazo.

Su participación en la batalla de Waterloo está cargada de controversia. La carga de caballería que lideró, no autorizada por Napoleón, debió de ser impresionante, pero el hecho de no contar con apoyo de infantería y artillería montada convirtió el ataque en una matanza a manos de la infantería británica, que había formado en cuadro. Este mal paso dejó a Napoleón en una situación crítica ante la llegada del ejército prusiano. Una carga de gran valentía pero mal ejecutada, que pone en entredicho su capacidad como comandante.

El resultado de la batalla es bien conocido. Fue el final de Napoleón, que acabó sus días en un nuevo exilio, esta vez en Santa Elena. Por su parte, el mariscal Ney fue sometido a juicio y condenado a muerte, siendo fusilado el 7 de diciembre de 1815. Hay quien dice que la ejecución fue una pantomima y que en realidad se salvó de la muerte por su condición de Masón, huyendo a los Estados Unidos de América, donde viviría como Peter Stuart Ney hasta su muerte en 1846.


FUENTES


CHANDLER, David: Las campañas de Napoleón. Un emperador en el campo de batalla, de Tolón a Waterloo (1796-1815). Madrid, La Esfera de los Libros, 2005.


viernes, 13 de septiembre de 2013

Juaca Bobela y Marica Andallón: Heroínas asturianas en la Guerra de la Independencia

 
La placa, ubicada en la calle Cimadevilla de Oviedo, se
situó en 1908 con motivo del primer centenario.

Aunque pase desapercibida para muchos viandantes, en la calle Cimadevilla de Oviedo existe una placa que señala el lugar donde comenzó el alzamiento asturiano contra los franceses del 9 de mayo de 1808. Se trata de un elemento conmemorativo donde figuran, junto a nombres de ilustres asturianos como el teniente general Llano-Ponte o Gregorio Jove y Valdés, dos mujeres no tan conocidas, pero que alcanzaron en su momento la categoría de heroínas de la Guerra de la Independencia: Joaquina González García Bobela (1759-1844) y María Josefa Francisca González y Suárez (1764-1848).

Aquel día llegaba a Asturias, junto a las noticias sobre los sucesos del dos de mayo en la capital, un bando del general Murat imponiendo la autoridad francesa. En ese momento estalló el rechazo contra tales pretensiones, produciéndose un levantamiento popular que impidió a la Audiencia la publicación de tan vergonzosas órdenes. Entre los alzados, y parte fundamental de la agitación popular, se encontraban Juaca Bobela y Marica Andallón. De hecho, Fermín Canella contaba en su obra Memorias asturianas del año ocho, que Juaca Bobela fue «de las primeras que concurrieron con estudiantes, armeros y gentes de todas clases a la plazuela de la Catedral, frente a la casa de Dorado-Riaño, donde entonces se hallaba Correos» (1). La notoriedad que alcanzaron aquél día se hace más clara si tenemos en cuenta que ambas acompañaron a Gregorio Jove al interior de la Audiencia cuando éste logró apoderarse del bando de Murat. En este sentido, el papel de Juaca Bobela fue notable: aquella noche, en las calles de Oviedo, arrancó las copias del bando que la Audiencia logró reimprimir.
 
Juaca Bobela asistió al rebato de campanas en la víspera del 25 de mayo de 1808, día en el cual la Junta declaró la guerra a Francia. También participó, entre los días 27 y 29 de mayo, en el desarme de las tropas enviadas para sofocar el alzamiento -Carabineros Reales y Regimiento Hibernia-, si bien la totalidad de estos contingentes se sumó a la causa asturiana. Ya durante la presencia de tropas francesas en Asturias, a partir de mayo de 1809, Juaca Bobela se vio obligada a abandonar Oviedo. Finalizada la guerra, fue recibida por Fernando VII, otorgándosele una pensión vitalicia.

Marica Andallón (apodo que se debía al pueblo de Las Regueras del que su familia era originaria) participó también en los preparativos del levantamiento del 25 de mayo de 1808. Tuvo un papel importante el 19 de junio, al intervenir para evitar que una multitud fusilase a varios afrancesados, entre los que se contaban los consejeros José Antonio Mon y Velarde y Juan Meléndez Valdés; y los militares Carlos FitzGerald, Juan Crisóstomo de La Llave y Manuel Ladrón de Guevara. Puede que influyese en su actitud el haber trabajado como sirvienta para una familia española en París y Burdeos, periodo durante el cual adquirió cierto conocimiento de francés. Ello le fue de utilidad, durante las invasiones francesas de Asturias, para mantener contacto con los soldados y oficiales enemigos. Otros hechos que se le atribuyen es el de formar parte de una asociación de caridad para atender a los heridos; ocultar a varios vecinos y, según se dice, defender en varias ocasiones a las muchachas acogidas en el Hospicio de las vejaciones de las tropas francesas. Con ciertas dificultades, acabó reconociéndose su labor y recibió una pensión por los "servicios hechos a la patria en 1808, 1809 y 1810". (3)



(1) "Andallón y Bobela, heroínas contra Napoleón", en La Nueva España, 11 de mayo de 2008.
(2) Ibíd.
(3) Diccionario Enciclopédico del Principado de Asturias, vol. 1, pág. 293.


FUENTES


RODRÍGUEZ MUÑOZ, Javier y ROZA IGLESIAS, Ana María (Dir.): Diccionario Enciclopédico del Principado de Asturias. Oviedo. Nobel, 2005.

1808-1814.org

El Tesoro de Oviedo

"Andallón y Bobela, heroínas contra Napoleón", La Nueva España, 11 de mayo de 2008.

sábado, 6 de julio de 2013

Mapa de la Europa Napoleónica, 1812


 


1812 fue el año de máximo esplendor de la Francia napoleónica. En este mapa recogemos los principales territorios y estados dependientes del Imperio francés. El denominado territorio francés está formado por los territorios originales de Francia, más los incorporados durante las guerras de la Convención y napoleónicas. Los reinos vasallos estaban gobernados por familiares y generales de Napoleón. España se ha incluido en este grupo por la presencia de José I, si bien estaba inmersa en la Guerra de la Independencia.

sábado, 29 de junio de 2013

Napoleón Bonaparte (II): el emperador de Francia (1804-1814)


Napoleón en su trono imperial. Jean Auguste
Dominique Ingres, 1806.

Viene de: Napoleón Bonaparte (I): inicios


El 2 de diciembre de 1804, Napoleón se hacía coronar como emperador. Y aquí comienza una etapa fascinante de apogeo francés en lo político, militar e incluso ideológico. Este último punto ha dado lugar a debates: ¿Fue el Imperio un hijo de la Revolución? ¿el que la sepultó? ¿o ambas cosas? La concentración de poderes en la figura del emperador era contraria al espíritu del modelo constitucional y de libertades de la Revolución Francesa. Sin embargo, las monarquías absolutas de Europa temían la expansión del Imperio francés, sobre todo, por las ideas revolucionarias que podría propagar. Por tanto, en esta etapa hubo varias coaliciones que trataron de plantar cara a la expansión de dichos ideales, con un trasfondo de pugna entre Francia y Gran Bretaña por la supremacía en Europa:

-Tercera Coalición, de 1805: Inglaterra, Austria, Rusia, Suecia y Nápoles.
-Cuarta Coalición, de 1806: Inglaterra, Rusia y Prusia.
-Quinta Coalición, de 1809: Austria y Reino Unido.
-Sexta Coalición, de 1813: Gran Bretaña, Rusia, Prusia, Austria, Suecia.

Todas ellas, salvo la última, destruidas durante las guerras napoleónicas, en un periodo de expansión del Imperio. La Tercera Coalición fue desmantelada tras las victorias de las tropas napoleónicas sobre los austriacos en Ulm, y sobre el ejército austro-ruso en Austerlitz. No obstante, en esta fase tuvo lugar la derrota naval de la armada franco-española en Trafalgar.

En 1806, el emperador de Francia acabó con el Sacro Imperio Romano y creó la Confederación del Rin. Ese mismo año se crea una nueva coalición, la cuarta, contra la expansión francesa. Nuevas victorias de Napoleón, en este caso sobre prusianos (Jena, Auerstädt) y rusos (Eylau, Friedland) llevaron al Tratado de Tilsit, mediante el cual Rusia se convertía en aliada de Francia y se unía al bloqueo continental contra Gran Bretaña. Esa misma razón llevó a la invasión de Portugal, eterno aliado de los británicos, y a la ocupación del territorio español que supuso el inicio de una guerra de guerrillas que culminó en la Guerra de la Independencia.

La Quinta Coalición llevó a la derrota austriaca y a la firma de la Paz de Viena, por la que Napoleón contraía matrimonio con María Luisa de Austria. En ese momento el Imperio pasó a ser el Gran Imperio y Napoleón se aventuró a su mayor error: la invasión de Rusia. La política de tierra quemada de los rusos y la crudeza del invierno obligó a Napoleón a retirarse, regresando con 120.000 de sus 600.000 hombres. A su vez, los sucesos en España llevaron al llamado despertar de los pueblos, influenciado por la idea de un espíritu nacional que había surgido en España y que se extendió por otros estados europeos contra el invasor. Así se formó la última y decisiva coalición de 1813, cuyo punto de inflexión fue la derrota de Napoleón en la batalla de las naciones. El Imperio perdió todos los territorios conquistados y la guerra llegó a suelo francés. La Capitulación de París se firmó el 31 de marzo de 1814, y el Emperador, tras abdicar, partió rumbo al exilio, a la isla de Elba...


Continuará con Napoleón Bonaparte (III): los Cien Días.


FUENTES


ALIJA, A.M.: "Del Imperio Napoleónico al Congreso de Viena. "El Concierto Europeo" (1804-1820)" en PEREIRA, J.C. (Dir.): Historia de las relaciones internacionales contemporáneas. Barcelona. Ariel, 2009, págs. 65-71.

 BLACK, J.: Grandes líderes militares y sus campañas. Barcelona. Blume, 2008.

 ENCEL, F.: El arte de la guerra. Estrategas y batallas. Madrid. Alianza Editorial, 2005.

lunes, 29 de abril de 2013

Prisioneros de Bailén: Historia de los soldados olvidados de Napoleón


Sepultura de los franceses muertos en Cabrera. Fuente: Biblioteca Nacional.
"La Ilustración", 7 de junio de 1891, Barcelona.


Como habíamos visto, la batalla de Bailén se saldó con una rotunda victoria de las tropas españolas. Las capitulaciones de Andújar, firmadas por Dupont el 22 de julio de 1808, establecían el regreso de las tropas francesas a su patria por vía marítima, para lo cual habrían de ser trasladadas desarmadas hasta Cádiz. En el trayecto, no pocos de estos 14.000 prisioneros sufrieron los insultos y agresiones de los pueblos por los que pasaban. La noticia del saqueo que habían perpetrado en Córdoba había llegado a todos los andaluces.
 
Sin embargo, el 10 de agosto se comprobó que no había barcos suficientes para transportar a todos los prisioneros. En septiembre, con el apoyo de buques británicos, se pudo enviar de vuelta a Francia a los jefes y oficiales, muchos de los cuales sufrieron las iras de Napoleón. Es el caso de Dupont, el cual fue degradado y confinado en prisión por su vergonzosa rendición. Sin embargo, el resto de la tropa cautiva permaneció confinada en prisiones flotantes -pontones- en Sanlúcar de Barrameda, donde la mala alimentación e higiene comenzaron a causar numerosas muertes entre aquellos hombres.
 
Pasaban los meses, mas nada cambiaba. Al parecer, los ingleses habían ejercido presiones para que los prisioneros no regresasen a Francia, por temor a que una vez allí volviesen a cruzar los Pirineos. A ello se sumó la indiferencia de Napoleón, demasiado herido en su ego como para rescatar a aquellos hombres a los que consideraba unos cobardes. De este modo, no llegó a producirse un intercambio de prisioneros. El Gobernador de Cádiz, ante una situación que no iba a resolverse, decidió deshacerse de los prisioneros. Unos cuatro mil fueron enviados a las islas Canarias, donde se integraron entre la población. Los diez mil restantes fueron enviados, con el mismo objetivo, a las islas Baleares, pero las autoridades y la población se negaron a aceptarlos. De este modo, la Junta Central decidió llevarlos a la deshabitada isla de Cabrera, al sur de Mallorca, donde fueron abandonados el día 5 de mayo de 1809. Además, tal y como indica Isabelle Bes Hoghton, de este modo se protegía a la población mallorquina de la "perniciosa influencia" de las ideas revolucionarias de los cautivos. (1) Los hechos ocurridos durante aquellos cinco largos años aparecen narrados en la obra  Los franceses de Cabrera (1809-1814) de Pierre Pellisier y Jéróme Phelipeau.

La única construcción que había en toda la isla era un viejo fuerte derruido. A penas sin recursos, sin agua -aunque encontraron un pequeño manantial-, los cautivos dependían de un barco que, cada cuatro días, llegaba cargado de víveres que resultaban insuficientes para diez mil personas.

Para evitar la anarquía, se establecieron jerarquías en función del rango militar, creando un consejo encargado de regular acciones como el reparto de los víveres, impartir justicia e imponer normas. Parece ser que la llegada desde España del cura Damián Estelrich -en julio de 1809- aportó también cierta serenidad en medio de aquella desesperante situación. Incluso llegaron a construir unas cabañas precarias -en lo que se conoció como Napoleonville- estableciendo calles con nombre parisinos, así como una plaza que se configuró como el centro de reuniones e intercambios, llamada Palais Royal. Pero el orden pronto se vino abajo con la monotonía y las penurias. Hubo varios intentos de fuga, uno de los cuales provocó, como castigo, el retraso en el envío del barco de suministros. En julio de 1810, los oficiales que quedaban entre los cautivos fueron enviados a Inglaterra. Curiosamente, hace poco se confirmó que entre los prisioneros había también algunas mujeres (quizás veinte o treinta), las cuales eran objeto de negocios y peleas entre los oficiales y prisioneros, por lo que el cura decidió solicitar que aquellas que no estuviesen casadas fuesen enviadas a Inglaterra junto a los oficiales.

La situación se agravó en 1812. Fue entonces cuando llegaron desde Alicante 1.200 nuevos prisioneros. A todo ello se sumó la autoridad de un gobernador que les sometió a trabajos forzados, al tiempo que eliminaba el consejo que habían organizado los franceses acusándolo de estar detrás de los intentos de fuga. La dramática situación llevó a los prisioneros a caer en el canibalismo con sus compañeros fallecidos. En estas circunstancias son muchos los que pierden la cordura, caso de los llamados tártaros, quienes se aislaron del resto de los prisioneros en una cueva. El otro grupo, el mayoritario, era conocido como  los robinsones.

Cueva de los Tártaros

El 16 de mayo de 1814, al firmarse la paz, los 3.700 supervivientes asistieron a la llegada de un barco francés que habría de llevarles hasta el puerto de Marsella. Regresaban a casa tras cinco años de cautiverio, donde fueron recibidos con ciertas reservas: el monarca Luis XVIII temía que fuesen leales a Napoleón, el hombre que los había abandonado a su suerte. Algunos dicen que este oscuro episodio habría constituido el primer campo de concentración de la Historia.
 
 
(1)  BES HOGHTON, I. p.26.

 
FUENTES


BES HOGHTON, I.: "Cabrera: De l'Île paradis à l'Île enfer" en Anales de Filología Francesa, nº16, 2008.
 
1808-1814 Escenarios

Ideal, Granada Noticias

Historia de Iberia Vieja

Historia Siglo XIX

Mallorca Diario


viernes, 19 de abril de 2013

Portal de Archivos Españoles: "Un viaje a la Guerra de la Independencia (1808-1814)"



Portada de la sección dedicada a la Guerra de la Independencia en PARES.
Todos los derechos pertenecen al Ministerio de Cultura.
 
 
 
 
En la web PARES (Portal de Archivos Españoles) recibimos una invitación para recorrer la Guerra de la Independencia a través de varios espacios que, con un sentido didáctico, pretenden exponer el conflicto a través de documentos del Archivo Histórico Nacional. Así, pulsando en la pestaña "un viaje a la guerra", tendremos acceso a varios apartados dedicados a facetas del conflicto tales como el levantamiento popular, el desarrollo bélico, los afrancesados,... amén de los apartados especiales dedicados a la estrategia militar -de gran utilidad para conocer las tácticas y armamentos de las guerras napoleónicas- y a la guerra ideológica. Como decimos, el uso de documentos digitalizados para ilustrar estos apartados constituye un valor añadido.

Otra pestaña se dedica al Archivo Histórico Nacional, donde se narra su historia y, además, se plasman los fondos de la Guerra de la Independencia, agrupados en: Administración de Fernando VII; y Administración de José I. Además, se indica la importante labor de digitalización de los documentos de estos fondos de 1808-1814. De ahí que también se incluya un buscador de documentos para aquellos que estén interesados en estudiar el periodo. Por último, la sección el aprendiz del historiador se encarga de presentar el conflicto de un modo sencillo y didáctico para aquellos que quieran acceder a una sencilla explicación de lo que fue la Guerra de la Independencia. Gran labor la realizada por PARES.

 

viernes, 12 de abril de 2013

"Guía temática sobre la Guerra de la Independencia" de la Biblioteca Nacional de España

 
Portada de la Guía temática de la Biblioteca Nacional de España. Todos los
derechos pertenecen a la BNE y al Ministerio de Cultura.
 
 
 
Entre las iniciativas públicas para la conmemoración de la Guerra de la Independencia, tiene particular interés una guía temática elaborada por la Biblioteca Nacional. Dicha guía pretende presentar de un modo accesible aquellos fondos relacionados con la Guerra de la Independencia con los que cuenta esta institución. De este modo, la Biblioteca Nacional se propone como pieza clave para el estudio del periodo 1808-1814, al contar con fondos valiosísimos, entre los cuales destaca la colección Gómez Imaz, compuesta por más de 3.000 libros, manuscritos, revistas y periódicos dedicados a la Guerra de la Independencia.
 
Los fondos que la Biblioteca Nacional dedica a la Guerra de la Independencia aparecen catalogados en función de la naturaleza de sus piezas: libros; manuscritos; revistas y periódicos; cartografía; dibujos y grabados; y repertorios bibliográficos. En definitiva, un recurso fundamental para los investigadores.
 
Además, esta guía temática incluye otros apartados, como archivos, bibliotecas y museos, tanto nacionales como extranjeros; una cuidada selección de bibliografía sobre la Guerra de la Independencia; y su presencia en el cine, la literatura e Internet. Por tanto, nos encontramos ante una guía austera en sus formas pero con gran cantidad de información para aproximarse al periodo 1808-1814. Muy recomendable.
 
 
 
 

martes, 19 de febrero de 2013

March of the eagles: estrategia de las guerras napoleónicas para PC


El mapa de Europa de comienzos del siglo XIX en el videojuego
March of the Eagles

Algunos puristas se sorprenderán al comprobar que hemos dedicado una entrada de nuestro blog a un videojuego. En Historia Desterrada, como blog joven que pretende romper con fronteras caducas en la disciplina, consideramos imprescindible tratar un tema como el que nos ocupa.

La percepción de los videojuegos como una fuente exclusiva de entretenimiento, incluso infantil, sigue muy arraigada en la sociedad. Pero, desde nuestro punto de vista, es preciso desterrar estos mitos. En lo que respecta a la Historia, hay claros ejemplos de videojuegos que constituyen recreaciones serias de ciertas épocas, muy bien documentadas y que, incluso, pueden tener un gran valor didáctico para facilitar la comprensión de determinados periodos.
 
En este sentido, existe una compañía que, a lo largo de los últimos años, se ha especializado en el desarrollo de juegos de estrategia histórica: Paradox Interactive. Populares por su seriedad y profundidad, los juegos de esta compañía han tratado periodos tan dispares como la Segunda Guerra Mundial (Hearts of Iron), la época victoriana (Victoria) o la Edad Moderna (Europa Universalis). Desde luego, la exhaustividad y cantidad de datos propias de estos juegos no los hacen accesibles para todos los públicos, pero cuentan con una legión de seguidores muy leales que buscan una gestión estratégica profunda y realista.
 
El pasado lunes 18, la compañía sueca lanzó al mercado un nuevo videojuego: March of the Eagles que, abarcando los años comprendidos entre 1805 y 1820, se centra en las guerras napoleónicas que asolaron Europa. Permite al usuario la selección de cualquiera de los países existentes en la época y brindándole, por tanto, la posibilidad de controlar a España para hacer frente a la invasión francesa.


El jugador puede elegir cualquier país de la época, otorgando la posibilidad
de recrear la Guerra de la Independencia española

Siguiendo la línea de anteriores juegos de la compañía, las opciones son infinitas: desde la investigación tecnológica hasta la gestión diplomática, pasando por la organización de los ejércitos de su país. De este modo, y a diferencia de otros juegos, no solo es importante la estrategia puramente militar, sino también la gestión económica. Como podemos observar en la primera imagen, el mapa de March of the Eagles se ha limitado al continente europeo, filosofía que ya aplicó la saga Total War en el juego Napoleón Total War.



FUENTES


Las imágenes pertenecen a Paradox Interactive:

Paradox Interactive
 

jueves, 3 de enero de 2013

Napleón Bonaparte (I): Los inicios de le Petit Caporal


Napoleón cruzando los Alpes Jacques-Louis David


El joven militar

Napoleón Buonaparte nació en Ajaccio (Córcega) en 1769, en el seno de una familia de baja nobleza. Con diez años ingresó en la academia militar de Brienne para pasar, con dieciséis, a la École Militaire de París. Un año más tarde, era subteniente de artillería. En 1793, con el rango de capitán, dirigió con éxito el sitio de Toulon, siendo ascendido a general de brigada en 1794 y, ya en marzo de 1796 -tras haber detenido un golpe de estado monárquico en París- a comandante general del ejército de Italia. Fulgurante carrera la de aquel joven de veintisiete años.

El ejército de Italia era, para Frédéric Encel, una "tropa poco cohesionada y mal equipada". Sin embargo, su habilidad y dotes de mando le llevaron a derrotar al ejército austriaco en Lodi, Lonato, Castiglioni, Arcole y Rivoli, invadiendo Austria en 1797. Finalizaba así la guerra de la Primera Coalición.

En el verano de 1798, al frente del ejército de Oriente, Napoleón encabezó una expedición a Egipto, derrotando a los mamelucos en Alejandría y en la batalla de las pirámides (El Cairo).


Primer Cónsul

En 1799, Napoleón dirigió el golpe de Estado del 18 de Brumario (9 de noviembre), obteniendo el cargo de Primer Cónsul. Francia era suya. Pero por aquel entonces había comenzado una nueva invasión austriaca del territorio italiano, creando así una Segunda Coalición austro-británico. Napoleón cruzó los Alpes y derrotó, nuevamente, a los ejércitos austriacos en Marengo (junio de 1800), los cuales firmaron la paz de Luneville a comienzos de 1801. Gran Bretaña no firmó el Tratado de Amiens hasta 1802.

Continúa en Napoleón Bonaparte (II): el emperador de Francia



FUENTES:

BLACK, J.: Grandes líderes militares y sus campañas. Barcelona. Blume, 2008.
ENCEL, F.: El arte de la guerra. Estrategas y batallas. Madrid. Alianza Editorial, 2005.

Alhucemas: Cómo poner fin a una cadena de errores

    En este vídeo analizamos cómo, en septiembre de 1925, el desembarco de Alhucemas puso fin a una cadena de errores que tuvo su comienzo c...