lunes, 24 de febrero de 2014

Listado de películas sobre la Segunda Guerra Mundial (I): cine bélico



Es tal la infinidad de películas, series y documentales basados en la II Guerra Mundial, que sería imposible recogerlos todos. Es por este motivo que en esta y siguientes entradas vamos a anotar los clásicos, en especial los pertenecientes al género bélico, aunque también algún drama y thriller. Por ello, series y películas centradas en otros grandes subgéneros -como el Holocausto- serán tratadas más adelante.

-El gran dictador (Charles Chaplin, 1940).

-Casablanca (Michael Curtiz, 1942). Drama ambientado en la ciudad marroquí que le da título, un lugar donde convergen todo tipo de huidos del nazismo. Establecido en ese lugar de paso, Rick, propietario del Rick's Café, se reencontrará con Ilsa -su antigua amante- y su marido, Victor Laszlo, líder de la resistencia checa y perseguido por la Gestapo.

-Días de gloria (Jacques Tourneur, 1944). 

-Objetivo: Birmania (Raoul Walsh, 1945). Notable película, realizada durante la II Guerra Mundial y de carácter propagandístico.

-Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945).

-Rommel, el zorro del desierto (Henry Hathaway, 1951). Film correcto, curioso si tenemos en cuenta que se trata de uno de los primeros biopics de la Segunda Guerra Mundial y, para más señas, estadounidense. En él se recoge la última fase vital de Erwin Rommel (James Mason), desde su desengaño con Hitler hasta su implicación en el complot del 20 de julio de 1944 (cuestión que todavía en nuestro tiempo es fruto de debate).

-Las ratas del desierto (Robert Wise, 1953).

-De aquí a la eternidad (Fred Zinnemann, 1953). Un clásico de vidas entrecruzadas, ubicado en Hawai a finales de 1941.

-Embajadores en el infierno (José María Forqué, 1956). Película sobre los prisioneros de la División Azul en la Unión Soviética en los años que siguen a la Segunda Guerra Mundial. Basada en el libro homónimo del Capitán Palacios, se trata de un producto típico del cine franquista, claramente apologético y propagandístico, donde se ensalza el ideario falangista de unos hombres impasibles ante la crueldad de sus demonizados guardianes soviéticos.

-El puente sobre el río Kwai (David Lean, 1957). Magnífica historia sobre un puente levantado por prisioneros británicos en el río Kwai (Tailandia) y de un grupo de comandos encargado de volarlo.

-Los cañones de Navarone (J. Lee Thompson, 1961). Cine bélico puro y duro. Un comando británico debe acabar con la fortaleza de Navarone, escollo para las operaciones navales aliadas en el Egeo.

-El día más largo (Ken Annakin, Andrew Marton y Bernhard Wicki, 1962).

-La gran evasión (John Sturges, 1963). Un clásico en toda regla, basado en la historia real de seiscientos soldados y oficiales aliados que prepararon su fuga de un campo de prisioneros nazi. Muy entretenida.

-El tren (John Frankenheimer, 1964).  Brillante película que abre un debate entre el valor de la vida humana y el arte como patrimonio de la humanidad. Una película honesta y que dignifica a la clase trabajadora, personificada en esos maquinistas franceses que sacrifican sus vidas por unas pinturas que no comprenden.

-La noche de los generales (Anatole Litvak, 1966). Thriller ambientado en la II Guerra Mundial, con un brillante Peter O'Toole, cuya interpretación es la mitad de la película. Muy interesante.


-Doce del patíbulo (Robert Aldrich, 1967). Buen reparto y una historia original: el indisciplinado comandante Reisman deberá infiltrarse en territorio enemigo para asaltar una fortaleza donde se hospedan altos cargos nazis. Para ello contará con la ayuda de doce presidiarios, a los que previamente deberá adiestrar.

-El desafío de las águilas (Brian G. Hutton, 1968). Un clásico. Entretenido film sobre un comando encargado de rescatar a un general prisionero de los alemanes.

-La batalla de Berlín (Liberación) (Yuri Ozerov y Julius Kun, 1969).

-La batalla de Inglaterra (Guy Hamilton, 1969).

-Tora! Tora! Tora! (Richard Fleischer, Kinji Fukasaku y Toshio Masuda, 1970). Milimétrica recreación del ataque sorpresa japonés contra Pearl Harbor.

-Patton (Franklin J. Schaffner, 1970). Interesante biografía de George S. Patton.

-Los violentos de Kelly (Brian G. Hutton, 1970). Genial, divertida y plagada de personajes memorables, como Oddball (Donald Sutherland). Su profunda ironía la convierte en una sátira de la II Guerra Mundial.

-Un puente lejano (Richard Attenborough, 1977).

-La cruz de hierro (Sam Peckinpah, 1977). Grandiosa película, una de las mejores sobre el conflicto. Cuenta con la originalidad de centrarse en los soldados alemanes que combaten a la defensiva en la península de Crimea contra las tropas soviéticas, lo cual no es frecuente tratándose de una producción británica. Peckinpah imprime su sello personal, tanto en las muertes a cámara lenta como en su habitual toque crepuscular. A destacar el antagonismo entre el sargento Steiner y el vanidoso capitán Stransky. El primero, un hombre que solo sirve para luchar en el fango. El segundo, un aristócrata prusiano vanidoso y cobarde que solo quiere conseguir la medallita que da nombre al film.

-Das Boot (Wolfgang Petersen, 1981). Magistral y claustrofóbica película que narra la historia de la tripulación de un submarino alemán. Un claro referente del subgénero, y nunca mejor dicho, de submarinos. No obstante, abstenerse aquellos que busquen un film comercial y de puro entretenimiento.


-Evasión o victoria (John Huston, 1981). Película correcta, que pretende seguir la estela de La gran evasión. Cuanto menos, entretenida. Basada en la historia del FC Start, si bien la ambientación en un campo de prisioneros fue cosa del guión.

-Masacre: ven y mira (Elem Klimov, 1985).

-Los panzers de la muerte (Gordon Hessler, 1987). Película basada en los escritos de Sven Hassel. Pasable entretenimiento.

-El imperio del sol (Steven Spielberg, 1987). Es una película bonita, aunque narra una historia dura, la de un niño (Christian Bale) de clase alta al que la guerra separa de sus padres.

-La tumba de las luciérnagas (Isao Takahata, 1988). Película de animación, que narra la historia de los hijos de un oficial de la marina japonesa.


Continúa en:

Listado de películas sobre la Segunda Guerra Mundial (II): cine bélico

Listado de películas sobre la Segunda Guerra Mundial (III): cine sobre el Holocausto

miércoles, 12 de febrero de 2014

Napoleón Bonaparte (III): Los Cien Días





Viene de: Napoleón Bonaparte: el emperador de Francia (1808-1814)

La restauración borbónica en la persona de Luis XVIII no tardó en perder su inicial apoyo popular. El mito de Napoleón comenzó a acrecentarse nuevamente y éste, bien informado de la situación a pesar de su exilio, regresó a Francia. El 1 de marzo de 1815 desembarcaba junto a su guardia personal (menos de un millar de soldados) en las cercanías de Cannes. En su avance hacia París, recurrió a sus habituales arengas, ganando adeptos allá por donde pasaba. Los campesinos se sumaban a su causa, al tiempo que las tropas enviadas por Luis XVIII desertaban para unirse a su marcha hacia el norte. El 14 de marzo, las tropas del mariscal Ney interrumpían el paso a Napoleón y sus hombres. El Emperador, para evitar un baño de sangre, avanzó hacia las tropas que le apuntaban y, cómo no, recurrió a las palabras. Nuevamente, aquellos que tenían por misión detener al emperador, cayeron rendidos ante su presencia, con su mariscal incluido.

De este modo, el 20 de marzo, Napoleón entraba en el Palacio de las Tullerías sin haber recurrido a la violencia. Pero era consciente de que los tiempos habían cambiado. Aunque en general tenía el apoyo de los franceses, éstos no deseaban más guerras. Por tanto, lejos de buscar el conflicto con sus habituales enemigos, Napoleón trató de garantizar que no quería otra cosa que la paz. La respuesta de los aliados no pudo ser más contundente: formaron la Séptima Coalición (Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia) y declararon la guerra a la persona de Napoleón -que no a Francia-.

Una formidable maquinaria bélica se ponía en marcha contra Francia, y Napoleón, haciendo gala de su habitual iniciativa, se percató de que una batalla decisiva sería la única esperanza. En Bruselas se encontraba el británico Wellington, apoyado en su ala izquierda por el prusiano Blücher. Los ejércitos austriaco y ruso (éste último concebido como reserva) aún se encontraban demasiado lejos como para constituir una amenaza. Un golpe devastador contra los ejércitos de Wellington y Blücher podrían suponer el fin de la guerra...

Napoleón cosechó dos victorias importantes en Quatre Bras y Ligny. En esta última batalla, las tropas prusianas del viejo mariscal Blücher sufrieron una buena paliza, pero la fallida persecución francesa no convirtió la batalla en una victoria decisiva. Las tropas prusianas huídas consiguieron reagruparse, por lo que seguían constituyendo una amenaza. El emperador envió a un tercio de sus hombres en su persecución, al mando del mariscal Grouchy.

El 18 de junio tenía lugar la batalla de Waterloo. Wellington adoptó una posición defensiva, dejando a sus espaldas un área boscosa. Napoleón interpretó este hecho como un mal paso, pero Wellington sabía lo que se hacía, pues casualmente había reconocido la zona meses antes. Su única esperanza consistía en ganar tiempo hasta la llegada de Blücher en su ayuda, cosa que al comienzo de la batalla pendía de un hilo.

La batalla acabó como es bien sabido. Grouchy no consiguió alcanzar la retaguardia prusiana, y Blücher logró llegar al campo de batalla en ayuda de Wellington. La línea de la Vieja Guardia francesa, la tropa de élite del emperador, acabó rota, acabando con toda esperanza. Los errores de Ney, las lagunas del plan de un Napoleón cansado y enfermo a causa de sus problemas estomacales, y la lentitud de Grouchy, abocaron a su fin a la causa imperial. Es cierto que Waterloo, en un sentido militar, pudo no ser tan determinante como se cree. Muchas de las tropas lograron reagruparse, a lo que hay que sumar los hombres de Grouchy. Sin embargo, Napoleón perdió todos sus apoyos en París y se vio obligado a abdicar el 22 de junio. Sus esperanzas de exiliarse en los Estados Unidos e incluso en Gran Bretaña se vieron truncadas, acabando confinado por los británicos en la isla de Santa Elena.


FUENTES


CHANDLER, D.: Las campañas de Napoleón. Un emperador en el campo de batalla, de Tolón a Waterloo (1796-1815). Madrid, La Esfera de los Libros, 2005.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Fusil de asalto AK-47: Kaláshnikov, el enemigo de occidente


Mijaíl Kaláshnikov. Fuente: www.kremlin.ru.

Es el arma más famosa del mundo. Creado por Mijaíl Kaláshnikov, el nombre completo de este fusil de asalto es Avtomat Kaláshnikova modelo 1947, en referencia al año en el que culminó el diseño de su arma. Kaláshnikov había sido comandante de tanque durante la Segunda Guerra Mundial hasta que, herido en combate, fue enviado al hospital en 1942. Los demás heridos solían quejarse de los fusiles soviéticos, y a Kaláshnikov comenzó a rondarle la idea de diseñar un arma. Para 1947 ya era el arma estándar del ejército soviético.

La clave de su éxito reside en su fácil utilización y eficacia ante cualquier situación o inclemencia. Su calidad dejaba en evidencia al fusil de asalto estadounidense M16: mayor capacidad de cargador (30 balas por cargador frente a 20) y calibre (7,62mm contra 5,56mm) pero, sobre todo, fiabilidad: el M16 tendía a encasquillarse por la humedad o el barro. Tal es así, que en un medio como la selva de Vietnam, muchos soldados americanos abandonaban sus M16 y empleaban los AK-47 capturados a los vietnamitas. No obstante, el AK-47 también tenía sus inconvenientes en esta pugna: la mayor potencia de su calibre implicaba menor precisión.


En definitiva, el AK-47 es un arma robusta, casi indestructible. Su durabilidad y bajo costo la han llevado a los lugares más recónditos del mundo, fabricada bajo licencia en más de treinta países.

Mijaíl Kaláshnikov moría el pasado mes de diciembre de 2013, avergonzado por su creación. Durante toda su vida la había defendido con orgullo, pero ese sentimiento dio paso a la amargura ante el uso que se hacía de su arma, diseñada para defender a la Unión Soviética, y no para ser empleada en matanzas y guerras civiles a lo largo del mundo. En 2008, a causa del empleo de su arma por grupos terroristas y niños soldados, afirmó: "Es triste para mí cuando elementos criminales de todo tipo disparan con mi arma". Se estima que cada año mueren unas 250.000 personas por fuego de su fusil de asalto.




FUENTES


RT Actualidad, 24 de diciembre de 2013

La Vanguardia, 13 de enero de 2014

Alhucemas: Cómo poner fin a una cadena de errores

    En este vídeo analizamos cómo, en septiembre de 1925, el desembarco de Alhucemas puso fin a una cadena de errores que tuvo su comienzo c...