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miércoles, 5 de febrero de 2014

Fusil de asalto AK-47: Kaláshnikov, el enemigo de occidente


Mijaíl Kaláshnikov. Fuente: www.kremlin.ru.

Es el arma más famosa del mundo. Creado por Mijaíl Kaláshnikov, el nombre completo de este fusil de asalto es Avtomat Kaláshnikova modelo 1947, en referencia al año en el que culminó el diseño de su arma. Kaláshnikov había sido comandante de tanque durante la Segunda Guerra Mundial hasta que, herido en combate, fue enviado al hospital en 1942. Los demás heridos solían quejarse de los fusiles soviéticos, y a Kaláshnikov comenzó a rondarle la idea de diseñar un arma. Para 1947 ya era el arma estándar del ejército soviético.

La clave de su éxito reside en su fácil utilización y eficacia ante cualquier situación o inclemencia. Su calidad dejaba en evidencia al fusil de asalto estadounidense M16: mayor capacidad de cargador (30 balas por cargador frente a 20) y calibre (7,62mm contra 5,56mm) pero, sobre todo, fiabilidad: el M16 tendía a encasquillarse por la humedad o el barro. Tal es así, que en un medio como la selva de Vietnam, muchos soldados americanos abandonaban sus M16 y empleaban los AK-47 capturados a los vietnamitas. No obstante, el AK-47 también tenía sus inconvenientes en esta pugna: la mayor potencia de su calibre implicaba menor precisión.


En definitiva, el AK-47 es un arma robusta, casi indestructible. Su durabilidad y bajo costo la han llevado a los lugares más recónditos del mundo, fabricada bajo licencia en más de treinta países.

Mijaíl Kaláshnikov moría el pasado mes de diciembre de 2013, avergonzado por su creación. Durante toda su vida la había defendido con orgullo, pero ese sentimiento dio paso a la amargura ante el uso que se hacía de su arma, diseñada para defender a la Unión Soviética, y no para ser empleada en matanzas y guerras civiles a lo largo del mundo. En 2008, a causa del empleo de su arma por grupos terroristas y niños soldados, afirmó: "Es triste para mí cuando elementos criminales de todo tipo disparan con mi arma". Se estima que cada año mueren unas 250.000 personas por fuego de su fusil de asalto.




FUENTES


RT Actualidad, 24 de diciembre de 2013

La Vanguardia, 13 de enero de 2014

martes, 23 de julio de 2013

Lyudmila Pavlichenko (1916-1974): francotiradora soviética en la Segunda Guerra Mundial


 

A todos os sonará un tal Vasili Záitsev, famoso francotirador de la Unión Soviética que mató a 242 enemigos durante la Batalla de Stalingrado, encarnado por Jude Law en el film Enemigo a las Puertas. Sin embargo, pocos conocen la hazaña de una excepcional tiradora soviética, Lyudmila Pavlichenko, la cual acabó con un total de 309 enemigos durante la Segunda Guerra Mundial. Y si bien es cierto que resulta un tanto frívolo hablar de "hazaña" a la hora de contabilizar aquellos a los que mató, también es cierto que el hecho de ser mujer la ha relegado, como a muchas otras combatientes, a un segundo plano en esto del llamado heroísmo bélico. Y no debemos olvidar que, si por algo se caracterizó el Ejército Rojo, fue por contar con numerosas mujeres en sus filas. Se estima que unas dos mil actuaron como francotiradoras.

De todas ellas, Lyudmila Pavlichenko fue la mejor tiradora. Nacida en Belaya Tserkov en 1916, a la altura de 1941 estudiaba Historia en la Universidad de Kiev. La invasión de la Unión Soviética por parte de Alemania la llevó a alistarse como tiradora de élite en el ejército soviético, apoyándose en su experiencia como miembro de un club de tiro para ingresar en la 25ª División de Infantería. Inicialmente combatió en Odessa, donde abatió a 187 enemigos. Ya como teniente, en el cerco de Sebastopol elevó la cifra a 257. En tan solo un año alcanzó los 309 abatidos, 36 de ellos francotiradores. Sin embargo, en junio de 1942 resultó herida por fuego de mortero. No volvió a combatir, pero ya ascendida a comandante se convirtió en instructora de francotiradores.

Otra de sus facetas fue la de estrella mediática. Elevada a la categoría de heroína por la propaganda soviética, Pavlichenko viajó a Reino Unido, Canadá y Estados Unidos para realizar varias conferencias y recabar apoyo moral y económico para la causa soviética. Tras la Segunda Guerra Mundial, se le condecoró como Héroe de la Unión Soviética y finalizó sus estudios, para acabar ejerciendo como historiadora y, también, como ayudante en el Cuartel General de la Armada Soviética. Así mismo, participó en el Comité Soviético de Veteranos de Guerra. Murió en 1974.



 

miércoles, 8 de mayo de 2013

El Vietnam soviético: La Guerra de Afganistán (1979-1989)


Soldado soviético durante la guerra de Afganistán. 1988. Autor: Mijaíl Yevstáfiev
 
 
Afganistán fue el Vietnam soviético. Esta afirmación se debe a las pautas comunes que compartió el conflicto ruso-afgano con la derrota estadounidense en Vietnam en el marco de la Guerra Fría. En efecto, se pueden señalar algunos aspectos compartidos: por un lado, las dos grandes potencias como agresoras (EEUU-URSS), sobradas de recursos de todo tipo y dotadas de impresionantes ejércitos; en apoyo de pequeños aliados cuyos problemas podían generar inestabilidad en áreas de importancia geoestratégica (Vietnam del Sur para EEUU; Afganistán para la URSS) frente a grupos que intentaban alterar esa relación de poder (Vietnam del Norte y comunistas; Muyahidines), generando así, a su vez, un conflicto indirecto con la otra potencia mundial. Por otro lado, un país económicamente poco desarrollado y políticamente diminuto frente al atacante, pero que acabó convirtiéndose en un verdadero quebradero de cabeza, y un pozo sin fondo al que fueron a parar ingentes recursos económicos, materiales y humanos que acabaron socavando parcialmente el poderío de la potencia invasora. En este caso, la Unión Soviética.
 
En 1978 se había producido un golpe de Estado en Afganistán, que llevó a la instauración de un régimen comunista liderado por Mohamed Taraki, del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA). Éste trató de introducir profundas reformas económicas y sociales. En el primer caso, la base de su gobierno fue una reforma agraria que implicó la creación de cooperativas agrícolas. En el aspecto social -y debemos recordar que la afgana era una sociedad cuasifeudal- buscó implantar el laicismo, iniciativa que chocó con férreas resistencias. De este modo, a lo largo de 1979 comenzaron a formarse guerrillas que derivaron en la rebelión de los muyahidines, fundamentalistas islámicos. Todo ello coincidió con la división que existía en el seno del PDPA, que llevó al golpe de Estado del primer ministro Amín, en el que Taraki fue derrocado.
 
Mohamed Taraki instauró un Gobierno prosoviético
 
A las cuestiones indicadas debemos sumar el temor de Moscú a un contagio islamista a las repúblicas soviéticas vecinas, así como su ambición de abrir una nueva vía hacia las regiones petrolíferas de Irán e Irak. La situación acabó derivando en la invasión de Afganistán por parte de tropas soviéticas el 25 de diciembre de 1979, lo cual implicó la ayuda a los muyahidines -y al grupo más radical, los talibanes- por parte del gobierno del presidente estadounidense Carter, estableciéndose un nuevo conflicto indirecto entre ambas potencias que enturbió el llamado clima de distensión.

Más de cien mil soldados soviéticos ocuparon el territorio afgano, contando con unos dos mil carros de combate  y los más efectivos -dado lo abrupto del terreno y la escasez de carreteras- helicópteros Mi-8. Frente a ellos tenían a un enemigo fanático y obstinado pero que, a diferencia del Vietcong, no contaba con un mando unificado y sus acciones no obedecían a una estrategia bien planificada.


Muyahidines en la provincia de Kunar, 1987. Autor: Erwin Lux

Pero las dificultades del terreno, el fanatismo de la guerrilla y el suministro de armas y financiación por parte de los Estados Unidos llevaron a la prolongación y estancamiento del conflicto, con numerosas bajas para la Unión Soviética. Debe señalarse que los guerrilleros contaron también con apoyo de otros países como China y Pakistán, e incluso con combatientes voluntarios musulmanes de diversas nacionalidades. De ahí que su área de mayor resistencia estuviese situada en los valles fronterizos con Pakistán, asegurándose así las rutas para la recepción de armamento y material extranjeros. Así mismo, cada vez más afganos se unieron a las filas guerrilleras al creer que el Gobierno de Kabul no era más que un títere de Moscú.
 
De este modo, la ocupación soviética duró hasta el 15 de febrero de 1989, sin lograr derrotar la resistencia islamista. Un año antes, en el marco de la perestroika, Mijaíl Gorbachov firmó con EEUU, Pakistán y Afganistán un acuerdo para la retirada de sus tropas. En Afganistán quedaba abierta una guerra civil que culminó con el derrocamiento del PDPA en 1992 y el establecimiento del régimen de los talibanes en 1996. La sangría económica, las bajas y los nulos resultados hicieron que la derrota causase gran consternación en la Unión Soviética.
 
 
Sello conmemorativo de la Perestroika, 1988.
 
 
FUENTES
 
 
VV.AA.: Atlas de Historia del Mundo. Barcelona. Parragon Books, 2006.
 
historiasiglo20.org

Documental "La Guerra de Afganistán (1978-1992)"

lunes, 21 de enero de 2013

La Espada de la Victoria: El obsequio británico a Stalin por la victoria de Stalingrado




Churchill, Roosevelt y Stalin. Yalta, 1945.


La batalla de Stalingrado finalizó el 2 de febrero de 1943 con la rendición de Friedrich Paulus. 90.000 hombres fueron hechos prisioneros a causa de la obstinación de Hitler, que prefirió sacrificar sus tropas a permitir cualquier intento de retirada. De aquellos hombres, solo sobrevivieron 5.000. La derrota de Stalingrado fue fundamental en el curso de la guerra: la pérdida de un ejército que había estado integrado por 250.000 hombres fue un golpe del que Alemania nunca se recuperó. Sus recursos humanos y materiales, ya sobreexplotados, nada podían contra el empuje del gigante soviético. El Tercer Reich, que según Hitler habría de durar mil años, se vio obligado a perder el papel de atacante y adoptar el de presa acorralada. Por tanto, la de Stalingrado fue una derrota decisiva, que puede considerarse como el hito que marcó el curso de la guerra y que, además, tuvo un efecto decisivo en la moral de ambos bandos.
 
La Conferencia de Yalta, celebrada en febrero de 1945, era la reunión de los vencedores. Los "tres grandes" -Roosevelt, Churchill y Stalin- acudían a Yalta, en Crimea, para planificar la postguerra y decidir la política a seguir con Alemania, sus aliados, satélites y los países liberados. Churchill acudió a Yalta con un obsequio del monarca británico, Jorge VI, para Stalin: la Espada de Stalingrado (o Espada de la Victoria). Estaba elaborada en acero pulido y su funda se había fabricado y decorado a mano. En un acto de gran solemnidad, Stalin la elevó, besó su funda y la entregó a su mariscal Voroshilov para que fuese escoltada fuera de la sala por una guardia de honor.


Stalin besa la espada en un acto cuasi-ritual.

Con ello se estaba dando el reconocimiento a la URSS de su papel fundamental en la ya pronta derrota de Hitler, pero también a su dirigente, Stalin, quien logró salir victorioso de la Conferencia de Yalta imponiendo sus criterios y obteniendo el reconocimiento hacia la URSS como la primera potencia de Europa. El éxito de Stalin se tradujo, poco después, en la implantación de gobiernos comunistas satélites en los países liberados de las garras alemanas.
 
En la actualidad, la espada original se encuentra en el Museo de la Batalla de Stalingrado, en la misma ciudad que ahora se llama Volgogrado.  Es un vestigio de la confianza e ingenuidad que existía entre los aliados poco antes de que el propio Churchill acuñase aquello de "el Telón de Acero".


FUENTE

MACDONALD, J.: La segunda guerra mundial, grandes batallas. Barcelona. Ed. Folio, 2002.

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