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lunes, 11 de julio de 2016

Hearts of Iron IV: La Segunda Guerra Mundial más viva que nunca



"Un buen plan ejecutado con violencia ahora es mejor que uno perfecto la semana que viene".
-George S. Patton.


¡El más grande ha vuelto! La saga Hearts of Iron vuelve a la carga con una edición novedosa que pone el foco sobre las batallas y libera al jugador de la gestión más profunda. ¿Gran acierto o error fatídico?

Trayectoria de la saga

Hearts of Iron, el buque insignia de la sueca Paradox, nació en 2002. No tardó en enganchar a los apasionados de la Segunda Guerra Mundial, debido a lo profundo y exhaustivo de su planteamiento. Realmente, los gráficos eran lo de menos. Lo mejor era que, tras superar una pronunciada curva de aprendizaje, el videojuego tenía unas posibilidades casi infinitas que le otorgaban horas, horas y más horas de entretenimiento. Le siguieron Hearts of Iron II (2005) y Hearts of Iron III (2009), a mi juicio menos disfrutables que la primera entrega, debido a una complejidad cada vez mayor, que actuaba en detrimento de la libertad de acción del jugador. 



La sencillez es la clave

Tras varios años trabajando en otros proyectos, el equipo de desarrollo ha hecho una nueva apuesta por esta saga, y basta con iniciar la partida para comprobar que muchas cosas han cambiado. Alguien podría decir que es lo mismo de siempre con mejores gráficos, pero sería una afirmación simplista. La clave está en la decisión, por parte de sus desarrolladores, de crear un título mucho más accesible a los jugadores, con el afán, digo yo, de llegar a un público más amplio. Así, se ha simplificado el apartado de gestión de recursos y economía, los árboles tecnológicos son más sencillos y la diplomacia es mucho más aleatoria que en títulos anteriores.



¿Y qué se ha potenciado?

Las batallas terrestres pasan a cobrar un protagonismo casi absoluto, con un sistema de asignación de frentes bélicos a los generales de turno. Gran acierto el de la gestión de aviación y flotas, mucho más práctico que en entregas anteriores, ya que permite al jugador centrar sus esfuerzos en el campo de batalla.



Conclusión

Hearts of Iron IV es un título notable y con grandes aciertos. Destaquemos desde ya su grandísima banda sonora, que contribuye a la inmersión en el mundo de la Segunda Guerra Mundial.

Por otra parte, los seguidores de la saga echarán de menos la labor de documentación de anteriores entregas. En esta versión solamente se incluyen generales históricos de las principales potencias. En más de un sentido, Hearts of Iron IV es demasiado aleatorio y carece de la veracidad histórica de títulos anteriores. ¿Dónde está la fábrica de armas de Trubia? ¿Y CASA o la Hispano-Suiza? Países como España están muy maltratados (En serio, ¿Dolores Ibárruri representada con la fotografía random de un hombre?). Se podría pensar que el título ha salido de la cocina de Paradox antes de tiempo, si bien hay una esperanza en la posibilidad de crear mods, lo que permitirá introducir personajes y eventos históricos a algunos fanáticos que dispongan de mucho tiempo libre.




sábado, 4 de octubre de 2014

Belarmino Tomás: Líder minero en la Revolución de Octubre de 1934


Tomás se dirige a la multitud desde el balcón del Ayuntamiento de Sama de Langreo.

Belarmino Tomás Álvarez es una figura fundamental para la Historia Contemporánea de Asturias. Siempre entre la mitificación por su papel como líder revolucionario, el olvido oficialista y la leyenda negra que le persigue a raíz de su gestión en el Consejo Soberano de Asturias y León. A lo largo de tres artículos trataremos de arrojar luz sobre la trayectoria vital de este controvertido líder socialista.


Minero, socialista y sindicalista

Belarmino Tomás nació en Lavandera (Gijón), en 1892, en el seno de una familia humilde. Sus primeros trabajos tendrían lugar en el puerto de El Musel, a la temprana edad de ocho años. Cuatro años más tarde, habiéndose trasladado con su familia a Sama de Langreo, comenzaría a trabajar como minero en el coto minero de Tuilla. Es en ese contexto donde tomará conciencia de clase, y tras unos primeros contactos con el sindicato anarquista El despertar del obrero, acabará afiliándose al PSOE y la UGT en 1907. Trabajando en el pozo de El Fondón conoció a Manuel Llaneza, fundador del Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias (SOMA) en 1910. El guaje, apodo que le impuso Llaneza, ocupará varios cargos en el SOMA a lo largo de su vida. En su faceta de sindicalista tuvo una actitud muy activa en la lucha por unas mejores condiciones de trabajo para los mineros. En 1915 contrae matrimonio con Severina Vega.


De las huelgas de 1917 a los primeros años de la II República

Belarmino Tomás ocupará la presidencia del SOMA desde 1920 hasta el estallido de la guerra civil. Su implicación en la huelga revolucionaria de agosto de 1917 -como miembro del Comité Revolucionario- y la posterior represión le obligó a abandonar Asturias, refugiándose en Belmonte de Mezquín (Teruel) durante varios meses. Allí nacerá su hija, Purificación Tomás. Sus otros hijos fueron Urcesino (1916 o 1917) y Agripino (1925). En 1922 se hizo cargo de la Federación Provincial de las Juventudes Socialistas -en un momento de crisis tras la escisión comunista-, puesto que abandonará en 1927. En 1926, se le encarga, junto a Amador Fernández Montes, la dirección del pozo San Vicente (San Martín del Rey Aurelio), propiedad del SOMA-UGT. En el ejercicio de esta tarea hubo de despedir a un trabajador comunista por sabotaje. Éste regresó armado con una pistola, hiriendo en un brazo a Belarmino Tomás y matando a su amigo José Iglesias. Cuando Tomás regresó al trabajo fue nombrado vigilante de la mina. Entre 1931 y 1938 fue vocal del Comité Nacional de la UGT por la Federación de Mineros. 


Revolución de Octubre

Desde comienzos de la II República, partido y sindicato se habían ido fortaleciendo al calor del bienio progresista. Incluso durante el bienio conservador no se dio una inhibición por parte de los socialistas asturianos, al tiempo que su rechazo hacia el Gobierno de Lerroux se agudizaba por la entrada en el mismo de la CEDA, derivando los socialistas hacia posicionamientos revolucionarios:

"Las directrices de Belarmino y de los socialistas asturianos eran fortalecer la organización sindical y política, controlar los movimientos de presión de los poderes fácticos a través de la CEDA al gobierno de Lerroux, conseguir armas y estar atento a las indicaciones de Madrid. Amador Fernández, fundador de 'Avance', fue enviado a Madrid a localizar a un destacado periodista, Javier Bueno, para dirigir el diario socialista. 'Avance' llegaría a tener una circulación diaria de 25.000 ejemplares. [...] Con el sindicato minero aglutinando a los trabajadores y con 'Avance' como medio de expresión, Belarmino y los suyos aguardaban..." [1]

El 5 de octubre de 1934 comenzaba la huelga general revolucionaria, movimiento armado impulsado a nivel nacional por el PSOE y la UGT y que solamente tuvo éxito en Asturias, contando con el apoyo de la CNT. En el ayuntamiento de Sama de Langreo, en la cuenca del Nalón, se instaló el Comité Revolucionario, asumiendo Belarmino Tomás el mando en la zona. Su papel en la revolución fue verdaderamente activo, a pesar de que ideológicamente se le sitúa en el centro del PSOE.

A medida que las tropas gubernamentales -entre las que se contaba la Legión y los Regulares de África- derrotaban a los revolucionarios, éstos perdían capacidad organizativa a la par que territorio. El tercer Comité Revolucionario se estableció en Sama, "convertida en capital revolucionaria desde el día 13 de octubre. Belarmino Tomás fue el encargado de liderar el máximo órgano revolucionario, formado por cuatro socialistas y dos comunistas. A estas alturas, Mieres y Langreo constituían los únicos enclaves realmente controlados por los trabajadores". [2]

El día 18, definitivamente derrotado el movimiento revolucionario, Belarmino Tomás acudió a Oviedo para negociar las condiciones de la rendición con Eduardo López Ochoa. Obtuvo del general la promesa, más tarde incumplida, de que no habría represaliados. De nuevo en Sama, Tomás se dirigió a las gentes de la revolución desde el balcón del ayuntamiento de Sama, para anunciar su acuerdo de rendición e instarles a deponer las armas. Poco después, partió hacia el exilio en Bélgica junto a otros miembros del comité revolucionario. No regresaría hasta febrero de 1936, tras ser elegido diputado del PSOE por Oviedo tras el triunfo electoral del Frente Popular [3].



[1] FERNÁNDEZ TOMÁS, R.: Belarmino. Uno más de los sin nada. Gijón. Rafael Fernández Tomás, 2013, p.46.
[2] Ídem, p.50.
[3] Otras informaciones afirman que Tomás fue capturado y condenado a muerte, abandonando la prisión tras el triunfo electoral del Frente Popular. En nuestro caso, hemos seguido el texto de su nieto Rafael Fernández Tomás, al que damos todo crédito. También Adolfo Fernández Pérez, quizás el mayor conocedor de la Historia de la Federación Socialista Asturiana, se refiere a su marcha hacia el exilio, si bien lo ubica en Francia.


FUENTES


FERNÁNDEZ PÉREZ, A.: Tiempos heroicos. Diccionario biográfico del socialismo asturiano. Oviedo. Fundación José Barreiro, 2013.

FERNÁNDEZ TOMÁS, R.: Belarmino. Uno más de los sin nada. Gijón. Rafael Fernández Tomás, 2013.


jueves, 17 de abril de 2014

José Gállego Aragüés: Comandante Gállego



Nota: Recupero esta entrada de mi anterior blog, modificada y ampliada, para reivindicar la figura de un gran olvidado: el comandante Gállego.


Formación militar y primeros destinos

José Gállego Aragüés nació en Aragüés del Puerto (Huesca), en 1893. Recibió formación castrense en la Academia de Infantería de Toledo, pasando a incorporarse en el Regimiento de Infantería Galicia núm. 19. En 1914 fue destinado a Larache, en el Marruecos español, donde se unió al Regimiento de Infantería Extremadura núm. 15. Un año después, ya como teniente, se le asignó el mando de la Policía Indígena de Larache, integrada en el Grupo de Regulares núm. 4. Fue allí donde obtuvo la Cruz de Primera Clase del Mérito Militar con distintivo rojo. Tras pasar cuatro años de servicio en territorio peninsular, regresará a África en 1921, tras el desastre de Annual, con el rango de capitán. Su regreso definitivo a España tuvo lugar en 1922, permaneciendo en la guarnición de Gijón hasta que, en 1930, se le destina al Regimiento de Infantería Saboya núm. 6 de Madrid (llamado Regimiento de León tras el advenimiento de la Segunda República).


La guerra civil

18 de julio de 1936. Ese día, Gállego se encontraba de permiso en Gijón, ciudad de la que era oriunda su mujer. Tras la sublevación se puso a las órdenes del Comité de Guerra, asignándosele la comandancia militar de Gijón. Logró la rendición de los guardias civiles del cuartel de Los Campos, y procedió a la toma de los cuarteles de Zapadores y Simancas, poniendo fin a la resistencia el día 21 de agosto. Para el día siguiente, Gállego ya se había integrado en la Comandancia del Frente Occidental, para detener el avance de las columnas gallegas en la zona de La Espina.

El comunista Juan Ambou, al frente del Departamento de Guerra del Consejo Provincial del Frente Popular desde su formación el 6 de septiembre, dedica unas líneas al comandante en su obra "Los comunistas en la resistencia nacional republicana. La guerra en Asturias, País Vasco y Santander" donde destaca su lealtad a la legalidad republicana así como sus dotes de mando:

"Conocí al comandante Gállego en Gijón, dirigiendo el ataque contra las fuerzas del coronel Pinilla que ocupaban el cuartel de Simancas. [...] Después nos vimos en la zona occidental, en Salas. [...] tenía gran preocupación por cómo había de conducirse la guerra. Me hablaba de aprovechar las "Ordenanzas" de Carlos III. Y a mí no me pareció mal. Recuerdo siempre que me impresionó cómo en ellas se describe la función del cabo en relación con los soldados de su escuadra. Es una función humana, política, muy inteligente, que aplicada a la situación concreta del momento podría dar resultados. Conversamos largamente sobre cómo organizar a los grupos y a las columnas, mientras no se llegara a la militarización regular. Y el comandante Gállego escribió una serie de instrucciones tácticas para el combate, sobre todo para uso de los jefes de grupo y columna: tratar por todos los medios de ocupar el objetivo señalado con la debida protección y apoyo; mantener el enlace con los grupos o columnas que se encuentren en los costados o en la retaguardia; impedir a toda costa que las retiradas no ordenadas se convirtieran en desbandadas -sin duda, a veces así ocurría-; condenar toda clase de rumores y mentiras acerca de la supuesta inferioridad del enemigo, de imaginarios peligros de "copo" y todo aquello que pueda ir en detrimento de la moral del combatiente republicano. Así y todo hubo alguien en la dirección de nuestro partido que desconfiaba del comandante Gállego. La mayoría estuvimos siempre en contra." [1]

En febrero de 1937, las fuerzas republicanas lanzan una ofensiva para cerrar el pasillo Grado-Oviedo y tomar la capital asturiana. Ascendido a teniente coronel, Gállego se incorpora a la ofensiva al mando de la brigada de Santander.[2] Al poco tiempo fue destinado a Santander, donde habría de convertir a las milicias en tropas regulares. En julio de 1937 sería nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército de Euzkadi:

"Desempeñó diversos mandos en Santander y en Vizcaya: jefe de la Columna núm. 1, luego 1ª División y coronel jefe del Estado Mayor del Cuerpo de Ejército de Santander. Acabó al frente del XVI Cuerpo de Ejército -Asturias- cuando cayó la provincia santanderina." [3]


Captura y muerte


Tal y como relata Marcelino Laruelo Roa, ante el avance de las tropas rebeldes y el fin inevitable del Frente Norte, parece ser que Gállego tuvo oportunidad de abandonar Santander en los buques de guerra del puerto, pero no lo hizo. Al contrario, trató de retirarse a Asturias con sus hombres, cayendo prisionero de las Brigadas Navarras en Cabuérniga. Tras pasar por la Prisión Provincial de Santander, se le trasladó a la de Bilbao. Su cautiverio duró ocho meses. Condenado a muerte por dos consejos de guerra, fue fusilado el 28 de mayo de 1938, en el cementerio bilbaíno de Vistalegre. Como decía Juan Ambou:

"Durante su cautiverio conservó alta su moral, y lo que es más importante: mantuvo hasta los últimos momentos una lealtad intachable al régimen republicano y a la nación".

 También re sefiere a él Julián Zugazagoitia, tal y como recogen Gutiérrez y Gudín:

"Apasionado por su oficio, le atribuía un sentido profundo que no era frecuente descubrir en los cuarteles españoles. Su concepción de la guerra chocaba con la de sus superiores y la de sus subalternos. Con orgullo español, se afirmaba en una lealtad profunda, que se sentía interpretada en los discursos de Azaña. Su personalidad estaba como desterrada por las carreras improvisadas, sin querella de su parte, que no gustaba de ser confundido con los que, de una a otra exigencia, hicieron mercancía del oficio y papel de renta de la lealtad. Quienes trabajaron a su lado, compartiendo los riesgos de los combates y las pausas de los intermedios, no olvidan su recuerdo ni sus lecciones de moral." [4]


El texto que un hijo de Gállego compartía en el año 2002 con La Nueva España, da buena fe de las afirmaciones de Ambou. Fue escrito por el propio José Gállego para su defensa ante el tribunal dirigido por Fidel Dávila.


Declaración ante el consejo de guerra de José Gállego Aragüés, publicada en La Nueva España, 1 de diciembre de 2002:

José Gállego Aragüés, teniente coronel de Infantería al servicio del Gobierno legal de España, ante el consejo de guerra dice: En la lucha armada y más cuando tiene el carácter de guerra civil los adversarios usan entre los medios de agresión el del lenguaje. Nacen voces o frases, generalmente con el carácter de adjetivos, que cobran fácil y rápida circulación entre la multitud y los usa lanzándolos en intención al contrario cargados con un acento de maldición. Así, en los vuestros la palabra «rojos» evoca un cuadro tenebroso en el que van revueltas escenas de asesinatos, saqueos, violaciones e incendios. No está en ello mi sorpresa sino que nace y se detiene al ver estampada o impresa la palabra en los folios del sumario. Y me he preguntado: ¿entrará cargada con este lastre de maldad en el severo campo de la justicia? Es decir, cuando el señor juez, el señor fiscal usan la palabra rojo emplean una abreviatura que expresa el concepto «un comunista», «un sindicalista», «un socialista» que, en tanto no demuestre lo contrario, debe estimársele complicado en este grupo de crímenes.

Es el caso que yo no he pertenecido jamás a ninguna agrupación sindical ni política; no he sido partícipe de agrupación alguna encaminada a dicho fin, y mis relaciones con la política datan exactamente del 19 de julio de 1936. Claro es que en la medida de mis alcances he puesto freno a cualquier brutalidad estúpida de las que en la guerra se producen. Pero he estado al servicio de los titulados rojos, y la justicia para serlo habrá de tomarse en la porción de color ajena a esos significados y que tiene unos límites reducidos y muy concretos.

DE PERMISO EN GIJÓN

Como consta en el sumario llevaba yo dos o tres días en Gijón, disfrutando el permiso del verano cuando se produjeron los sucesos de julio; con motivo de ellos, quedé a las órdenes de la autoridad que estimaba legítima en aquellos momentos, el alcalde de la localidad, y por el cordón umbilical del deber ligado a una situación, la de adversario vuestro. No ignoro ahora, no ignoraba entonces, que con esa postura quedaba atado a más que a la faena de oposición a vuestros designios. Tenía la convicción de que con vuestro acto se entraba de lleno en una página inédita de la historia de España. Habíais abierto de par en par las puertas a un nuevo sistema económico-político-social para esas masas proletarias que teníais enfrente, y me prometí fidelidad para servir esa redención en la parte justa de sus afanes.

LEALTAD, NO TRAICIÓN

Volviendo al lenguaje de guerra en sentido diametralmente opuesto al anterior, los beligerantes emplean para su empeño adjetivos que integran el mayor número posible de voluntades. Denomináis el vuestro la «causa nacional» y también ha entrado la frase en los dominios de la justicia. En el sumario se me interrogó para que manifestara cuáles ayudas había prestado a la misma; y al pedir aclaraciones al señor juez sobre el significado de la frase e implicar «servicios o auxilios al adversario encaminados a favorecer éxitos suyos» manifesté «ninguno». Ninguno, porque en estimativa para mi conducta, la lealtad es de rango muy superior a la traición e indagando de traiciones llegaba la pregunta.

ESPAÑA, ANTE TODO

Pero si la frase la abultamos hasta que tome su recto sentido e inquirimos con ella en cual medida tuvimos en el pensamiento España, la Nación, las preocupaciones que pusimos en su patrimonio, los afanes que nos merecieron las personas por fuera de sus ideologías, responderé muy distinto. Digo que España no se ha apartado un momento de mi juicio, y en los menesteres de cuidar bienes y personas he gastado todo la mía hasta verla arrinconada como sospechosa de traición; todo ello seguro de servir con mejor eficacia la propia causa y nunca con la intención de prestaros un servicio. Otra pregunta del sumario inquiere se concrete la calidad de los servicios rendidos; si de armas, oficinas, etcétera..., al parecer concediendo primas de ventaja a quien los haya prestado más precarios. Me permito hacer notar que por esta ruta es fácil confundir la incapacidad o pobreza personal con la ponderación auténtica de las responsabilidades que en el fondo decís perseguir. La calidad de traidor o la impotencia para hacer son previas y más profundas que las ideologías. Son cualidades encapsuladas en la idiosincrasia del individuo y con ellas aflorará en el oficio, en la amistad o en la política.

Hay que preguntar a cada uno: la faena que te tocó ¿cómo la realizaste? De mí sé deciros, cuando a lo precario le aguarda un criterio más generoso, que he pasado mucho dolor en soledad, porque al verme tal cual soy, había de confesarme «me faltan luces, me faltan fuerzas para enfilar a puerto seguro y llevar la carga que las circunstancias han puesto sobre mis hombros». Ojalá en ambos beligerantes hubiera unas docenas de hombres más que capaces de promover y encauzar las generosidades que el alma nacional puede manar, enjaulando a la vez cuanto manifiesta de brutal y sanguinaria.

¿COMUNISTA O FASCISTA?

Os he detenido acaso demasiado en estas reflexiones, para mí muy entrañables, pues por este entender he sido zarandeado por el destino de los demás, con exceso a cuanto imaginéis. Fiel a esta conducta, para muchos de los que militan en vuestro campo yo tengo rasgos comunistoides y para algunos del propio soy un fascista disfrazado con gorro frigio. Todo depende del signo de los sucesos que haya en la escena.

Por suerte o por desgracia, como profesional ha opinado y actuado en mando de tropas en casi todos los sucesos que se han producido en estos últimos años: caso de Galán, instauración de la República, sucesos de agosto, octubre y los actuales. Los revolucionarios de cada hora me entendían como parcial en su contra. Los eventualmente afines, «sospechoso», pues carecía de aptitudes para seguirlos en el camino que estimaba de pasiones y resentimientos. Expresión del significado de esta conducta a través de los años es no haber logrado aún lo que tantísimos otros; algunos de los que os acompañan desde el comienzo de los sucesos, más de los que os han prestado aquellos servicios o auxilios a que hace referencia la requisitoria del sumario; ver reconocida en el diario oficial la lealtad de mis servicios a la República. Y conste que se los he prestado con toda generosidad y devoción, sin ninguna clase de reservas. No quiero que podáis imaginar en la expresión anterior un propósito de envolver mi conducta en nebulosidades, atisbando atenuantes en estos momentos. He sido íntegramente leal a su significado.

¿REBELIÓN?

Renuncio a entrar en si el señor juez y el señor fiscal han estado acertados al imputarme el delito de rebelión. No podemos imaginar al hombre disputando sobre sus derechos de ciudadanía solitario en el desierto; los ventila en relaciones de comunidad con sus semejantes.

El campo donde se ventila la categoría de Estado es el internacional. y en él, el 19 de julio de 1936 el español no tenía sino una representación: la de los poderes de la República a los que he tributado toda fidelidad. Rebelión ¿contra cuál compromiso adquirido voluntariamente o por imperio de la ley? Rebelión ¿cuál enlace imprescindible podéis hablar en mi conducta que una el 18 de julio y el 19? ¿De cuál brizna de conspiración para llegar a ese acto podéis acusarme? Es un delito que creáis por la fuerza y sobre toda razón. Termino. En la extensión del áspero y lurdo cañamazo que forma la existencia cotidiana del hombre corriente (la mía es de ese estilo) se entrecruzan hebras de oro, símbolo o expresión de esperanzas ardientes, y alegrías más o menos maduras de carácter particular y personal. Sobre él, figuras más delicadas, más valiosas, hay las que bordó el deber profesional en horas macizas vividas a pleno pulmón, imantadas todas las energías hacia fines ajenos a uno mismo, la Patria, el Ejército, la sociedad, y salidas de ese cáliz que en las entrañas de cada ser guarda lo mejor de los sentimientos y lo más elevado de las ideas.

LA LEY DE BRENO

En los momentos actuales, en este instante tajante que amenaza cortar el hilo de mi existencia, en lo íntimo no falta ese juicio insobornable que me dice «cualesquiera que sean los sucesos adversarios o favorables que te tomen, recíbelos en la seguridad de que tus actos y tus palabras a lo largo de esta terrible tragedia española no desmerecen de los más acendrados que en horas pretéritas pusiste al servicio de tu Patria. Y es este sentimiento, señores del consejo, el que me autoriza para rogaros, aunque en este caso particular hagáis excepción, que os apartéis para juzgar de esa bronca ley de Breno, por la que el vencedor no tiene por qué reconocer una brizna de derecho en el vencido, y más altos, pensando en la España de mañana, que o no será o los vencedores habrán de llamar a comunión a los vencidos; y en la de hoy, exangüe en sí misma, peón que adelantan diferentes naciones de Europa en la partida internacional y a favor de sus propios intereses y circulando en el mundo como el símbolo de los instintos brutales del hombre en rienda suelta, hagáis de la justicia hacienda aparte cuyas bordas no puedan alcanzar esos mastines de auténtica sangre española: el resentimiento, la venganza y la envidia.

VERDUGOS O VÍCTIMAS

Esta vida, tan en el aire, diérala gustoso sin reserva alguna, por aventar del cielo español esa a manera de sentencia bíblica que parece pesar sobre el signo de sus hombres; condenados a vivir a lo largo de la historia como cainitas y abelianos: hoy de verdugos, mañana de víctimas.

Obligado a comparecer ante este tribunal de un delito y unas agravantes culpable, mi ser íntegro responde: «En la conciencia no cruza la más leve sombra de esa responsabilidad; yo no soy ése». Me siento como un combatiente que, rezumando devoción a España, ha sido vencido y, por azares de la lucha, es prisionero de guerra en vuestras manos. De entrambos hombres tomad el auténtico y, desde el fondo moral insobornable vuestro, dictad sentencia.

Santander, 17 de noviembre de 1937.



[1] AMBOU, J.: Los comunistas en la resistencia nacional republicana. La guerra en Asturias, País Vasco y Santander. Silente, 2011, p.15.
[2] Ídem, p.61.
[3] GUTIÉRREZ, Jesús y GUDÍN, Enrique: "Cuatro derroteros militares de la Guerra Civil en Cantabria", en Monte Buciero, nº11, 2005, p.57.
[4] Ídem, p.58.


FUENTES


AMBOU, J.: Los comunistas en la resistencia nacional republicana. La guerra en Asturias, País Vasco y Santander. Silente, 2011.

GUTIÉRREZ, Jesús y GUDÍN, Enrique: "Cuatro derroteros militares de la Guerra Civil en Cantabria", en Monte Buciero, nº11, 2005, pp. 18-298.

LARUELO ROA, M.: Muertes paralelas. El destino trágico de los prohombres de la República. Gijón, 2004.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Origen del "bombardeo en alfombra": Asturias y la Legión Cóndor


Adolf Galland (izquierda) con el marsical de campo Richthofen,
en tiempos de la Legión Cóndor.
Fuente: Bundesarchiv, Bild 101I-452-0985-36/ Briecke/ CC-BY-SA

Dentro del gran campo de pruebas que fue España durante su guerra civil, Asturias tuvo el dudoso honor de convertirse en el primer lugar del mundo donde se puso en práctica el bombardeo en alfombra, tipo de ataque aéreo que sería clave durante la Segunda Guerra Mundial y empleado tanto por el Eje como por los Aliados, dejando gran número de víctimas civiles y causando la destrucción de ciudades como Dresde. Para conocer mejor esta cuestión, hemos recuperado un fragmento de las memorias de Adolf Galland, uno de los mayores ases de la aviación alemana que, integrado en la Legión Cóndor, participó en los bombardeos contra las posiciones asturianas en un Heinkel He-51:

" [...] en los ataques que librábamos contra las posiciones montañosas de Oviedo, ensayamos por primera vez algo así como el bombardeo "en alfombra" que habría de emplearse en la Segunda Guerra Mundial. [...]

Los "dinamiteros", según se llamaba a los mineros asturianos que integraban la mayoría de las tropas rojas en Oviedo, eran artistas consumados como zapadores. Con las mismas herramientas que anteriormente utilizaban para su labor pacífica, habían creado, en las salvajes anfractuosidades de aquellas sierras, verdaderas obras maestras de fortificaciones, trincheras, casamatas y nidos de ametralladoras. Una altura defendida por semejante sistema de posiciones y una tropa decidida, podían llegar a ser inexpugnables para los medios que en aquel tiempo se disponía. [...] Incluso nosotros, los aviadores de ataque, poco podíamos contra ellas. Si atacábamos, los rojos se echaban a tierra y nuestras bombas, arrojadas una a una y al azar, estallaban sin causar mayores efectos.

Esto nos sugirió la idea de intentar lanzamientos en masa. Nos acercábamos a las posiciones desde atrás, por entre los precipicios en formación cerrada y a escasa altura, y atacábamos la cima en vuelo rasante. A una señal dada, lanzábamos las bombas a un mismo tiempo y aquellos regueros producían efectos concentrados. [...]

También inventaron mis mecánicos una especie de bomba Napalm rudimentaria. Montaron sobre un recipiente lleno de gasolina o de una mezcla de ésta con aceite usado de motores, una bomba incendiaria y otra de fragmentación, que tras el impacto incendiaban y desparramaban el contenido. Aquellos artefactos eran muy rudimentarios, pero no dejaron de surtir sus efectos. Paso a paso fuimos reuniendo experiencia; practicamos por iniciativa propia todo género de mejoras y enviamos voluminosos informes a Berlín."


Cuando Adolf Galland se refiere a Oviedo, en realidad pretende aludir al conjunto de Asturias (la capital, de hecho, estaba controlada por el bando golpista). De este modo, las montañas de Oviedo no son otras que las del oriente asturiano, concretamente la sierra del Cuera, donde tuvo lugar la sangrienta batalla del Mazucu entre los días 5 y 20 de septiembre de 1937 y durante la cual el apoyo de la aviación alemana resultó fundamental para el avance de las tropas nacionales.




FUENTES


GALLAND, Adolf: Memorias. Los primeros y los últimos. Madrid, Altaya, 2008, págs. 61-63.

El Comercio. Crónicas de la guerra civil de Asturias. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Guerra Civil española: cifras sobre el material de guerra importado por ambos bandos


Resulta alentador que la sección de colaboradores se esté consolidando a través de compañeros y amigos que, al disponer de mayor conocimiento sobre ciertas parcelas de la Historia que el que suscribe, se prestan a compartirlo en este pequeño blog. Es el caso de Javier Neira, aficionado a la historia militar y buen conocedor del periodo comprendido entre las dos guerras mundiales. Su colaboración se centra en los datos estadísticos recogidos por otros autores en torno al armamento importado durante la Guerra Civil, cuestión sobre la que ha existido un tradicional desconocimiento y de la cual aún queda mucho por estudiar.
 
 
Javier Neira Lobo
Licenciado en Historia
 

Tanque soviético T-26B durante la batalla de Belchite.

A más de setenta años del fin de la Guerra Civil, se dispone de cantidades ingentes de documentación e información acerca de esta contienda armada. Por ello, he tratado de realizar una pequeña síntesis debido a las limitaciones de espacio sobre la producción de material bélico por las partes implicadas y la aportación de terceros países al mismo fin.
 
Las últimas afirmaciones soviéticas aseguran que la URSS envió un total de: 806 aviones, 362 tanques, 120 carros blindados, 1.555 cañones, 500.000 fusiles, 340 morteros, 15.113 ametralladoras, más de 100.000 bombas, unos 3.500.000 obuses, 500.000 granadas, 86.200.000 cartuchos y 1.500 toneladas de pólvora. Hasta el 27 de enero de 1937 se habían recibido, según un informe anónimo de los archivos del Ejército republicano, las siguientes cantidades: 106 tanques, 40 carros blindados, diversos cañones -de los que solo aparece especificada una cantidad de 15 ó 30 antitanques-, 28.173 bombas, 60.000 fusiles, 1.150 fusiles automáticos y 2.577 ametralladoras [1].
 
Las piezas de artillería importadas por el bando nacional se estiman en unas 843, facturadas a través de la Legión Cóndor y del HISMA/ROWAK [2]. A éstas habría que añadir la aportación italiana de 863 piezas [3], haciendo un total de 1.707 piezas  de artillería.

Artillería en la batalla de Guadalajara. Fuente: Bundesarchiv.

La ayuda exterior al Ejército republicano se limitó al valor de las reservas de oro enviadas por el Gobierno español a la URSS, 1.592.851.910 pesetas-oro, aproximadamente 500 millones de dólares al cambio de 1934. Respecto al bando nacional, las cifras italianas y alemanas son más complicadas que las reconocidas después de la guerra:

Ayuda alemana reclamada por Alemania: 1.600 millones pesetas-oro
Ayuda italiana reclamada por Italia: 2.969 millones pesetas-oro
Total: 4.569 millones pesetas-oro
 
Al cabo de discusiones con las autoridades españolas, se convino la siguiente cantidad:

Por ayuda alemana: 1.200 millones pesetas-oro
Por ayuda italiana: 1.968 millones pesetas-oro
Total: 3.168 millones pesetas-oro

Así pues, la ayuda alemana e italiana superaba al total de oro depositado en Moscú en 1.575 millones de pesetas-oro en términos aproximados; de hecho, era casi el doble de su valor [4]. Esto no quiere decir que la República solo comprase armas con dicho oro y, en cualquier caso, los rusos aseguran haber gastado, además del depósito que se les confió, una suma calculada en 120 millones de dólares. Esto, si se suma al depósito de oro existente en Francia (257 millones de pesetas-oro) y a los empréstitos conseguidos por la Hacienda española (201 millones) más el total del oro enviado a la URSS, alcanza una cantidad de 2.050 millones de pesetas-oro, aún por debajo del volumen nacional.

Resumen de los principales medios importados y de su coste:

Fuente: MOLINA, Lucas y MANRIQUE, José María: Armas y uniformes de la Guerra Civil Española.
Madrid. Tikal, 2009, pág.39.
 
En función de la procedencia del material importado, Molina y Manrique aportan los datos siguientes:

Fuente:  MOLINA, Lucas y MANRIQUE, José María: Op.Cit., pág.39.

Como puede observarse la contribución de la URSS sólo fue superior en ametralladoras y fusiles, pero había graves problemas en cuanto a la diversidad del material y sus distintos calibres y variedad de municiones.

Según fuentes más modernas, la cantidad de aviones entregados a los bandos varía.

*Deben añadirse unos 250 cazas producidos en España con materiales soviéticos.



En lo que respecta al aporte humano a ambos bandos:

-Alemanes: 15.000 hombres en total en el bando nacional (6.500 permanentes como máximo).
-Italianos: 100.000 hombres en el bando nacional (simultáneamente 40.000 como máximo).
-Marroquíes: en torno a 70.000 en el bando nacional; unos mil en el bando republicano (sin contar los pocos centenares integrados en las Brigadas Internacionales.
-Irlandeses y portugueses: 1.000.
-Rusos: unos 2.000 en 1937 y, a partir de entonces, no menos de 1.000, con un total máximo de 6.000.
-Brigadas Internacionales: encuadran una cifra superior a los 120.000 hombres, y de ellos, aproximadamente, unos 70.000 fueron extranjeros (simultáneamente sólo estuvieron en España entre 25.000 y 40.000 hombres).

La suma de todas las nacionalidades sería de un aporte de 186.000 hombres para el bando nacional y entre 77.000 y 127.000 en el republicano.

 

[1] ALPERT, Michael: El ejército republicano en la guerra civil. Barcelona. Ibérica de Ediciones y Publicaciones, 1977, pág.265.
[2] MOLINA, Lucas y MANRIQUE, José María: Armas y uniformes de la Guerra Civil Española.
Madrid. Tikal, 2009, pág.231.
[3] Ibídem., pág.237.
[4] ALPERT, Michael: Op.Cit., págs. 266-267.

 
FUENTES
 
 
ALPERT, Michael: El ejército republicano en la guerra civil. Barcelona. Ibérica de Ediciones y Publicaciones, 1977.
 
MOLINA, Lucas y MANRIQUE, José María: Armas y uniformes de la Guerra Civil Española.
Madrid. Tikal, 2009.
 
 
PROCEDENCIA IMÁGENES


"España, batalla de Guadalajara, 1937": Bundesarchiv Bild 183-2006-1204-510, Spanien, Schlacht um Guadalajara.



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