Serrano Suñer, Franco y Salazar, en el encuentro de Sevilla de 1942. Fuente: ABC. |
En marzo de 1939, los representantes de Portugal y la España de Franco firmaban el Tratado de Amistad y No Agresión, en plena escalada de tensión internacional y ante un futuro incierto marcado por numerosos interrogantes que podrían llevar a un nuevo conflicto en la Península Ibérica.
Las relaciones entre España y Portugal habían pasado por una mala etapa durante la II República, debido al antagonismo existente entre el modelo de república burguesa y democrática y el dictatorial Estado Novo portugués. De ahí la ayuda logística, diplomática y militar -envío de los "viriatos"- prestada por el país luso al bando nacional durante la Guerra Civil. Sin embargo, a comienzos de 1939, los recelos parecían aumentar por ambas partes. Desde Lisboa se comenzó a percibir los peligros de la afinidad de la España franquista con Alemania e Italia, países con los que además había contraído una importante deuda durante el conflicto fratricida. Eso por no mencionar el discurso imperialista del ideario falangista, que fijaba su ambición hacia Portugal, Gibraltar y el norte de África. En cambio, desde Madrid se desconfiaba de la tradicional alianza luso-británica, que amenazaba el costado español en el supuesto de un conflicto internacional cuando todavía no había finalizado la Guerra Civil.
Dos figuras fueron fundamentales en la antesala del Tratado: Nicolás Franco, hermano del dictador; y Pedro Teotónio Pereira, hombre de confianza de António de Oliveira Salazar. Desde 1938, ambos prepararon el terreno para el acuerdo con las negociaciones de Burgos y Monte Caramelo (1). En marzo de 1939 se firmaba el Tratado, al que siguió su Protocolo Adicional de julio de 1940, con los cuales ambas partes trataban de neutralizarse como amenaza. Como diría H. de la Torre, la apuesta salazarista se basó en "neutralizar el espacio peninsular" (2).
No obstante, estos acuerdos no impidieron que España estuviese a punto de entrar en guerra junto a Alemania e Italia. Es bien sabida la actitud inicial del régimen franquista durante la Segunda Guerra Mundial, claramente proeje, y el hecho de que permaneciese fuera de la conflagración mundial debe achacarse más bien a la actitud de Alemania. Sin embargo, la prolongación del conflicto y los reveses sufridos por el Eje llevaron a España a una actitud más cautelosa. En el marco de una nueva estrategia de aproximación a los Aliados y reafirmación de su neutralidad, las autoridades españolas vieron en Portugal una vía de comunicación con las potencias aliadas. Todo ello culminó en el encuentro de Franco y Salazar en Sevilla, en febrero de 1942. Tras el nombramiento del proaliado Francisco Gómez-Jordana Sousa como ministro de Asuntos Exteriores, en diciembre se creó el Bloque Ibérico. Si Portugal firmaba el nuevo acuerdo con el visto bueno de Gran Bretaña, no es menos cierto que Franco sabía que Churchill no sería excesivamente duro con un régimen anticomunista como el suyo. En definitiva, el Pacto Ibérico aseguró las fronteras de la Península Ibérica, e influyó en el mantenimiento de ambos países fuera de la conflagración mundial. No obstante, hubo otros factores determinantes que mantuvieron a España fuera de la Segunda Guerra Mundial.
El Pacto Ibérico resultó beneficioso para España una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Portugal, valiéndose de su influencia internacional, otorgará un importante apoyo diplomático a una España repudiada internacionalmente. Para H. de la Torre, a pesar de haber surgido en un contexto de tensión, el tratado debe insertarse en una fase de buena voluntad entre Portugal y España para poner fin a su tradicional distanciamiento (3). La Revolución de los Claveles de 1974 pondría fin al Pacto Ibérico, si bien en 1977 se firmó el Tratado de Amistad y Cooperación.
Dos figuras fueron fundamentales en la antesala del Tratado: Nicolás Franco, hermano del dictador; y Pedro Teotónio Pereira, hombre de confianza de António de Oliveira Salazar. Desde 1938, ambos prepararon el terreno para el acuerdo con las negociaciones de Burgos y Monte Caramelo (1). En marzo de 1939 se firmaba el Tratado, al que siguió su Protocolo Adicional de julio de 1940, con los cuales ambas partes trataban de neutralizarse como amenaza. Como diría H. de la Torre, la apuesta salazarista se basó en "neutralizar el espacio peninsular" (2).
Gómez-Jordana, ministro de Asuntos Exteriores entre 1942 y 1944. |
No obstante, estos acuerdos no impidieron que España estuviese a punto de entrar en guerra junto a Alemania e Italia. Es bien sabida la actitud inicial del régimen franquista durante la Segunda Guerra Mundial, claramente proeje, y el hecho de que permaneciese fuera de la conflagración mundial debe achacarse más bien a la actitud de Alemania. Sin embargo, la prolongación del conflicto y los reveses sufridos por el Eje llevaron a España a una actitud más cautelosa. En el marco de una nueva estrategia de aproximación a los Aliados y reafirmación de su neutralidad, las autoridades españolas vieron en Portugal una vía de comunicación con las potencias aliadas. Todo ello culminó en el encuentro de Franco y Salazar en Sevilla, en febrero de 1942. Tras el nombramiento del proaliado Francisco Gómez-Jordana Sousa como ministro de Asuntos Exteriores, en diciembre se creó el Bloque Ibérico. Si Portugal firmaba el nuevo acuerdo con el visto bueno de Gran Bretaña, no es menos cierto que Franco sabía que Churchill no sería excesivamente duro con un régimen anticomunista como el suyo. En definitiva, el Pacto Ibérico aseguró las fronteras de la Península Ibérica, e influyó en el mantenimiento de ambos países fuera de la conflagración mundial. No obstante, hubo otros factores determinantes que mantuvieron a España fuera de la Segunda Guerra Mundial.
El Pacto Ibérico resultó beneficioso para España una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Portugal, valiéndose de su influencia internacional, otorgará un importante apoyo diplomático a una España repudiada internacionalmente. Para H. de la Torre, a pesar de haber surgido en un contexto de tensión, el tratado debe insertarse en una fase de buena voluntad entre Portugal y España para poner fin a su tradicional distanciamiento (3). La Revolución de los Claveles de 1974 pondría fin al Pacto Ibérico, si bien en 1977 se firmó el Tratado de Amistad y Cooperación.
(1) CARCEDO, D.: "Franco y Portugal. Treinta años de relaciones entre dos dictaduras" en Historia y Vida, nº471, p.73.
(2) TORRE, H. de la: "La relación hispano-portuguesa en el siglo XX" en TUSELL, J. y AVILÉS, J.: La política exterior de España en el siglo XX. Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, p.170.
(3) Ídem, p.172.
(3) Ídem, p.172.
FUENTES
CARCEDO, D.: "Franco y Portugal. Treinta años de relaciones entre dos dictaduras" en Historia y Vida, nº471, pp.70-79.
TORRE, H. de la: "La relación hispano-portuguesa en el siglo XX" en TUSELL, J. y AVILÉS, J.: La política exterior de España en el siglo XX. Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp.159-186.
CARCEDO, D.: "Franco y Portugal. Treinta años de relaciones entre dos dictaduras" en Historia y Vida, nº471, pp.70-79.
TORRE, H. de la: "La relación hispano-portuguesa en el siglo XX" en TUSELL, J. y AVILÉS, J.: La política exterior de España en el siglo XX. Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp.159-186.
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