domingo, 16 de septiembre de 2012

Política exterior en Hispanoamérica durante los Gobiernos de la UCD




La Transición política de la dictadura a la democracia implicó un cambio profundo en la concepción y ejecución de la política exterior. Es necesario recordar que los últimos años de la dictadura supusieron un gran ostracismo internacional para España, con un régimen anacrónico en el contexto de Europa occidental. Fue necesario que los nuevos gobiernos democráticos buscasen una serie de vías para integrar plenamente a España en el contexto internacional, desarrollando la acción exterior en las diferentes áreas del mundo en que España tenía intereses y potencialidades.

Uno de los principales objetivos de los gobiernos ucedistas fue el de convertir a España en un puente entre Europa, Hispanoamérica y el mundo árabe.[1] Se pretendía estrechar lazos con los Estados hispanoamericanos, con los que España tenía indudables vínculos culturales y económicos.


Gobiernos de Suárez

Durante el mandato de Adolfo Suárez, por su empeño personal, el espacio hispanoamericano se consideró como prioritario para la política exterior española, como complementario al proceso de integración en Europa y el ámbito occidental. El ahínco del presidente llevó a que Marcelino Oreja, Ministro de Exteriores, quedase relegado a un segundo plano en la acción exterior española en este ámbito.

Esta política en Hispanoamérica fue denominada como «tercera vía», con la que España trató de convertirse en el referente político para los Estados hispanoamericanos, defender los derechos humanos y exportar la concepción democrática. También existía la concepción de España como puente entre Latinoamérica y Europa. Para Lemus y Pereira esto constituía «una total ingenuidad, porque en realidad los países miembros tenían ya sólidos lazos con América».[2] En este sentido, el éxito residió en que esta nueva consideración de las relaciones con Latinoamérica fue una buena base para las relaciones con los Estados americanos. Cabe destacar el gran protagonismo que tuvo el presidente Suárez en las relaciones con las repúblicas latinoamericanas, hasta el punto de que estableció una serie de lazos personales con gobernantes americanos. De este modo, Suárez relegó a un segundo plano a Marcelino Oreja en las relaciones con Hispanoamérica.

La mencionada intencionalidad de puente entre Europa y Latinoamérica buscaba fortalecer el papel de España de cara a la adhesión a la CEE. Juan Carlos I jugó un papel fundamental hasta 1978 en las relaciones con Hispanoamérica. Para Freres y Sanz, el área de Centroamérica fue aquella en la que la diplomacia española actuó con mayor intensidad, por la existencia de inestabilidad y conflictos militares, así como la ausencia de intereses españoles de peso que pudieran perjudicarse.[3]

Resultó clave la transformación, el 26 de agosto de 1977, del Instituto de Cultura Hispánica en Centro Iberoamericano de Cooperación y, en 1979, en el Instituto de Cooperación Iberoamericana. Entre el 8 y 16 de octubre, Marcelino Oreja viajó con los reyes a Venezuela, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá, con la finalidad de estrechar lazos. Marcelino Oreja relata en sus memorias cómo, tras su viaje, decidió que la proyección política, cultural, migratoria, de cooperación y de asistencia estuviesen concentradas en el Ministerio de Asuntos Exteriores.[4]

La presencia española se intensificó en la región, insertándose en el Pacto Andino con la firma, el 11 de agosto de 1979, de la Declaración de Quito. El día 19, España recibió el estatuto de Estado observador en dicha organización. También se insertó en el Comité directivo del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial como cabeza de grupo del área norte de Iberoamérica en otoño de 1978; en la CEPAL (Comisión Económica de América Latina) el 27 de abril de 1979; y actuó como observadora en la VI Conferencia de Países no Alienados celebrada en La Habana en septiembre de 1979[5]

Las relaciones económicas y culturales aumentaron y el comercio con México, Venezuela y Argentina se incrementó notablemente. Por otra parte, España comenzó una política de cooperación al desarrollo con el Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD).[6] No obstante, para Freres y Sanz hubo varios defectos en la acción española: falta de experiencia en política exterior, ausencia de líneas de acción definidas y falta de recursos.[7]

Guatemala

 Se rompieron las relaciones diplomáticas con Guatemala a raíz del brutal asalto de la policía a la embajada española tras haber sido ocupada por unos campesinos el 31 de enero de 1980, causando algunas muertes e hiriendo al embajador Cajal.

Cuba

Suárez se convirtió en el primer presidente europeo y democrático en visitar Cuba en septiembre de 1978 y, nuevamente, en septiembre de 1979 con motivo de la VI Cumbre de los Países No Alineados. En sus memorias, Marcelino Oreja señala sus discrepancias con Suárez, por no considerar oportuno asistir a un organismo que en aquellos momentos tenía una tendencia pro-soviética:
«Ya teníamos Constitución y Estatuto Vasco y ahora debíamos marcar claramente nuestra posición en dirección a la Alianza Atlántica y acelerar nuestro ingreso en el Mercado Común. Ése era nuestro sitio.»[8]

Las manifestaciones de Fidel Castro oponiéndose a la entrada de España en la OTAN fueron consideradas por la diplomacia española como una injerencia que causó la protesta oficial de Madrid.

Argentina

El viaje de los reyes a la Argentina de Videla entre el 26 y 30 de noviembre despertó polémicas en España, por tratarse de una dictadura militar que vulneraba los derechos humanos. Las protestas más duras fueron las del PSOE, que desde el anuncio del viaje en agosto se posicionó en contra y trató de evitarlo en el Congreso de los Diputados. No obstante, el rey hizo el viaje a Argentina, y en su discurso defendió los derechos humanos.


Gobierno de Calvo-Sotelo

Durante el mandato de Calvo-Sotelo, la acción exterior española en Hispanoamérica se vio notablemente reducida, orientada hacia la CEE y la OTAN. Además, la dimisión de Suárez coincidió con la llegada de Reagan a la Casablanca, reacio a que otros países se inmiscuyeran en el continente americano. No obstante, Calvo-Sotelo no perdió de vista la importancia del ámbito Hispanoamericano, por lo que se alineó con los Estados Unidos su política hacia Hispanoamérica.[9] 

 Durante la guerra de las Malvinas se apoyó la reivindicación argentina, estableciendo paralelismos con la cuestión de Gibraltar. España se abstuvo en el Consejo de Seguridad de las Naciones unidas ante la resolución británica. A pesar de ello y llegado el momento, España tuvo que elegir entre Argentina o la Comunidad Europea.[10]


[1] MARQUINA, A: “La política exterior de los gobiernos de la Unión de Centro Democrático” en TUSELL, J. y SOTO, A. (eds.): Historia de la transición (1975-1986). Madrid. Alianza Universidad, 1996, pp.194-185.
[2] LEMUS, E. y PEREIRA, J.C.: “Transición y política exterior (1975-1986)” en PEREIRA, J.C. (Coord.): La política exterior de España. De 1800 hasta hoy. Barcelona. Ariel, 2010, p.680.
[3] FRERES, C. y SANZ, A.: “La política exterior hacia América Latina desde la Transición. Una visión crítica” en TUSELL, J., AVILÉS, J. y PARDO, R. (Eds.): La política exterior de España en el siglo XX. Madrid, UNED-Biblioteca Nueva, 2000, p.552.
[4] OREJA, M.: Memoria y esperanza. Relatos de una vida. Madrid. La Esfera de los libros. 2011, p.194.
[4] MARQUINA, A.: Op.Cit., p.199.
[5] LEMUS, E. y PEREIRA, J.C.: Op.Cit., p.681.
[6] POWELL, C.: “Cambio de régimen y política exterior: España, 1975-1989” en TUSELL, J., AVILÉS, J. y PARDO, R. (Eds.): La política exterior de España en el siglo XX. Madrid, UNED-Biblioteca Nueva, 2000, p.432
[7] FRERES, C. y SANZ, A.: Op.Cit., p.553.
[8] OREJA, M.: Op.Cit., p.332.
[9] FRERES, C. y SANZ, A.: Op.Cit., p.553.
[10] MARQUINA, A.: Op.Cit., p.206.

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