La Transición
política de la dictadura a la democracia implicó un cambio profundo en la
concepción y ejecución de la política exterior. Es necesario recordar que los
últimos años de la dictadura supusieron un gran ostracismo internacional para
España, con un régimen anacrónico en el contexto de Europa occidental. Fue
necesario que los nuevos gobiernos democráticos buscasen una serie de vías para
integrar plenamente a España en el contexto internacional, desarrollando la
acción exterior en las diferentes áreas del mundo en que España tenía intereses
y potencialidades.
Uno de los
principales objetivos de los gobiernos ucedistas fue el de convertir a España en un puente entre Europa,
Hispanoamérica y el mundo árabe.[1] Se
pretendía estrechar lazos con los Estados hispanoamericanos, con los que España
tenía indudables vínculos culturales y económicos.
Gobiernos de Suárez
Durante el
mandato de Adolfo Suárez, por su empeño personal, el espacio hispanoamericano
se consideró como prioritario para la política exterior española, como
complementario al proceso de integración en Europa y el ámbito occidental. El
ahínco del presidente llevó a que Marcelino Oreja, Ministro de Exteriores,
quedase relegado a un segundo plano en la acción exterior española en este ámbito.
Esta política en
Hispanoamérica fue denominada como «tercera vía», con la que España trató de
convertirse en el referente político para los Estados hispanoamericanos,
defender los derechos humanos y exportar la concepción democrática. También
existía la concepción de España como puente entre Latinoamérica y Europa. Para
Lemus y Pereira esto constituía «una total ingenuidad, porque en realidad los
países miembros tenían ya sólidos lazos con América».[2] En
este sentido, el éxito residió en que esta nueva consideración de las relaciones
con Latinoamérica fue una buena base para las relaciones con los Estados
americanos. Cabe destacar el gran protagonismo que tuvo el presidente Suárez en
las relaciones con las repúblicas latinoamericanas, hasta el punto de que
estableció una serie de lazos personales con gobernantes americanos. De este
modo, Suárez relegó a un segundo plano a Marcelino Oreja en las relaciones con
Hispanoamérica.
La mencionada
intencionalidad de puente entre Europa y Latinoamérica buscaba fortalecer el
papel de España de cara a la adhesión a la CEE. Juan Carlos I jugó un papel
fundamental hasta 1978 en las relaciones con Hispanoamérica. Para Freres y
Sanz, el área de Centroamérica fue aquella en la que la diplomacia española
actuó con mayor intensidad, por la existencia de inestabilidad y conflictos
militares, así como la ausencia de intereses españoles de peso que pudieran
perjudicarse.[3]
Resultó clave la
transformación, el 26 de agosto de 1977, del Instituto de Cultura Hispánica en
Centro Iberoamericano de Cooperación y, en 1979, en el Instituto de Cooperación
Iberoamericana. Entre el 8 y 16 de octubre, Marcelino Oreja viajó con los reyes
a Venezuela, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá, con la
finalidad de estrechar lazos. Marcelino Oreja relata en sus memorias cómo, tras
su viaje, decidió que la proyección política, cultural, migratoria, de
cooperación y de asistencia estuviesen concentradas en el Ministerio de Asuntos
Exteriores.[4]
La presencia
española se intensificó en la región, insertándose en el Pacto Andino con la
firma, el 11 de agosto de 1979, de la Declaración de Quito. El día 19, España
recibió el estatuto de Estado observador en dicha organización. También se
insertó en el Comité directivo del Fondo Monetario Internacional y del Banco
Mundial como cabeza de grupo del área norte de Iberoamérica en otoño de 1978;
en la CEPAL (Comisión Económica de América Latina) el 27 de abril de 1979; y
actuó como observadora en la VI Conferencia de Países no Alienados celebrada en
La Habana en septiembre de 1979[5]
Las relaciones
económicas y culturales aumentaron y el comercio con México, Venezuela y
Argentina se incrementó notablemente. Por otra parte, España comenzó una
política de cooperación al desarrollo con el Fondo de Ayuda al Desarrollo
(FAD).[6] No
obstante, para Freres y Sanz hubo varios defectos en la acción española: falta
de experiencia en política exterior, ausencia de líneas de acción definidas y
falta de recursos.[7]
Guatemala
Se rompieron las relaciones diplomáticas con
Guatemala a raíz del brutal asalto de la policía a la embajada española tras
haber sido ocupada por unos campesinos el 31 de enero de 1980, causando algunas
muertes e hiriendo al embajador Cajal.
Cuba
Suárez se
convirtió en el primer presidente europeo y democrático en visitar Cuba en
septiembre de 1978 y, nuevamente, en septiembre de 1979 con motivo de la VI
Cumbre de los Países No Alineados. En sus memorias, Marcelino Oreja señala sus
discrepancias con Suárez, por no considerar oportuno asistir a un organismo que
en aquellos momentos tenía una tendencia pro-soviética:
«Ya teníamos Constitución y Estatuto Vasco y ahora debíamos marcar
claramente nuestra posición en dirección a la Alianza Atlántica y acelerar
nuestro ingreso en el Mercado Común. Ése era nuestro sitio.»[8]
Las
manifestaciones de Fidel Castro oponiéndose a la entrada de España en la OTAN
fueron consideradas por la diplomacia española como una injerencia que causó la
protesta oficial de Madrid.
Argentina
El viaje de los
reyes a la Argentina de Videla entre el 26 y 30 de noviembre despertó polémicas
en España, por tratarse de una dictadura militar que vulneraba los derechos
humanos. Las protestas más duras fueron las del PSOE, que desde el anuncio del
viaje en agosto se posicionó en contra y trató de evitarlo en el Congreso de
los Diputados. No obstante, el rey hizo el viaje a Argentina, y en su discurso
defendió los derechos humanos.
Gobierno de Calvo-Sotelo
Durante el
mandato de Calvo-Sotelo, la acción exterior española en Hispanoamérica se vio
notablemente reducida, orientada hacia la CEE y la OTAN. Además, la dimisión de
Suárez coincidió con la llegada de Reagan a la Casablanca, reacio a que otros
países se inmiscuyeran en el continente americano. No obstante, Calvo-Sotelo no
perdió de vista la importancia del ámbito Hispanoamericano, por lo que se
alineó con los Estados Unidos su política hacia Hispanoamérica.[9]
Durante la guerra de las Malvinas se
apoyó la reivindicación argentina, estableciendo paralelismos con la cuestión
de Gibraltar. España se abstuvo en el Consejo de Seguridad de las Naciones
unidas ante la resolución británica. A pesar de ello y llegado el momento,
España tuvo que elegir entre Argentina o la Comunidad Europea.[10]
[1]
MARQUINA, A: “La política exterior de los gobiernos de la Unión de Centro
Democrático” en TUSELL, J. y SOTO, A. (eds.): Historia de la transición (1975-1986). Madrid. Alianza Universidad,
1996, pp.194-185.
[2] LEMUS, E. y PEREIRA, J.C.: “Transición y política
exterior (1975-1986)” en PEREIRA, J.C. (Coord.): La política exterior de España. De 1800 hasta hoy. Barcelona.
Ariel, 2010, p.680.
[3] FRERES, C. y SANZ, A.: “La política exterior hacia
América Latina desde la Transición. Una visión crítica” en TUSELL, J., AVILÉS,
J. y PARDO, R. (Eds.): La política
exterior de España en el siglo XX. Madrid, UNED-Biblioteca Nueva, 2000, p.552.
[4] OREJA, M.: Memoria
y esperanza. Relatos de una vida. Madrid. La Esfera de los libros. 2011,
p.194.
[4] MARQUINA, A.: Op.Cit.,
p.199.
[5] LEMUS, E. y PEREIRA, J.C.: Op.Cit., p.681.
[6] POWELL, C.: “Cambio de régimen y política exterior:
España, 1975-1989” en TUSELL, J., AVILÉS, J. y PARDO, R. (Eds.): La política exterior de España en el siglo
XX. Madrid, UNED-Biblioteca Nueva, 2000, p.432
[7] FRERES, C. y SANZ, A.: Op.Cit., p.553.
[8] OREJA, M.: Op.Cit.,
p.332.
[9] FRERES, C. y SANZ, A.: Op.Cit., p.553.
[10] MARQUINA, A.: Op.Cit.,
p.206.