La rendición de Bailén. José Casado del Alisal. |
Tras los sucesos del 2 de mayo se formaron numerosas juntas provinciales que, ante la invasión legal de las tropas napoleónicas, decidieron organizar la defensa del territorio patrio. Una de estas juntas fue la de Sevilla, la cual nombró a Francisco Javier Castaños general en jefe del Ejército de Andalucía. Sus tropas habrían de detener el avance del Cuerpo de Ejército del general Dupont -uno de los cinco que ocupaban la península- cuyo objetivo consistía en ocupar Cádiz para controlar su importante puerto. Dupont, en su avance, venció a las tropas españolas en el puente de Alcolea el 7 de junio y, acto seguido, tomó y saqueó Córdoba, para abandonarla el día 16 con el objetivo de fijar su cuartel general en Andújar, consciente, gracias a sus agentes, de que la Junta había organizado un gran ejército. Por temor a quedar cercado y sin comunicación con Madrid, aquel mismo día, envió a Vedel al mando de 6.000 hombres y 600 dragones a Bailén, donde éste fijó su cuartel. Otros 3.000 hombres custodiaban La Carolina. Junto a Dupont permanecían en Andújar 10.000 hombres. En definitiva, su tropa estaba demasiado dispersa y Dupont, imposibilitado para seguir hacia su objetivo, adoptó una actitud defensiva en torno a la orilla derecha del río Guadalquivir.
Por la parte española, había sido encomiable la organización del Ejército de Andalucía, formado por unos 35.000 hombres (25.000 de ellos bajo el mando de Castaños, mientras que un segundo ejército de 10.000 combatientes, organizado en Granada, estaba mandado por Teodoro Reding). Ambos ejércitos se encontraron en Porcuna a finales de junio.
Castaños dividió su ejército en cuatro divisiones, dos de las cuales (mandadas, cada una de ellas, por Reding y Coupigny) tenían por objetivo vadear el río Guadalquivir, al tiempo que las otras dos distraían a las tropas francesas en su frente. De este modo, el día 15 de julio, Castaños inició movimientos frente a Dupont, lo cual provocó que Vedel abandonase Bailén para acudir a Andújar. Un día más tarde, Reding cruzaba el río en el área de Mengíbar, consiguiendo que Dufour -el cual había ocupado el puesto de Vedel en Bailén- se retirase hacia el norte, a La Carolina. Reding se replegó a pesar de su éxito, mientras que Dupont envió nuevamente a Vedel y Dufour junto a diez mil hombres para evitar que los españoles cortasen el paso cerca de La Carolina, creyendo que era éste el objetivo de los españoles.
El 18 de julio, Dupont se veía obligado a abandonar Andújar, encontrándose en la madrugada del 19, para su sorpresa, con las divisiones de Reding y Coupigny en los alrededores de Bailén, las cuales habían cruzado el río por segunda vez. Formaban tres líneas de combate, cuya retaguardia estaba custodiada por siete batallones.
Por la parte española, había sido encomiable la organización del Ejército de Andalucía, formado por unos 35.000 hombres (25.000 de ellos bajo el mando de Castaños, mientras que un segundo ejército de 10.000 combatientes, organizado en Granada, estaba mandado por Teodoro Reding). Ambos ejércitos se encontraron en Porcuna a finales de junio.
Castaños dividió su ejército en cuatro divisiones, dos de las cuales (mandadas, cada una de ellas, por Reding y Coupigny) tenían por objetivo vadear el río Guadalquivir, al tiempo que las otras dos distraían a las tropas francesas en su frente. De este modo, el día 15 de julio, Castaños inició movimientos frente a Dupont, lo cual provocó que Vedel abandonase Bailén para acudir a Andújar. Un día más tarde, Reding cruzaba el río en el área de Mengíbar, consiguiendo que Dufour -el cual había ocupado el puesto de Vedel en Bailén- se retirase hacia el norte, a La Carolina. Reding se replegó a pesar de su éxito, mientras que Dupont envió nuevamente a Vedel y Dufour junto a diez mil hombres para evitar que los españoles cortasen el paso cerca de La Carolina, creyendo que era éste el objetivo de los españoles.
El 18 de julio, Dupont se veía obligado a abandonar Andújar, encontrándose en la madrugada del 19, para su sorpresa, con las divisiones de Reding y Coupigny en los alrededores de Bailén, las cuales habían cruzado el río por segunda vez. Formaban tres líneas de combate, cuya retaguardia estaba custodiada por siete batallones.
Comenzaba la batalla, y todos los estudiosos coinciden en lo erróneo del despliegue francés. En aquellos instantes, Vedel se había dirigido hacia Sierra Morena, alejándose de la batalla. Fue la misma razón la que llevó a Dupont a concebir mal el despliegue de sus hombres, por temor a que los españoles bloqueasen Despeñaperros. Dupont creía que los españoles se encontraban en los Visos de Andújar, por lo que había dejado en su retaguardia, para cubrir la retirada y dar la impresión de que permanecía en Andújar, a sus tropas veteranas. Entre ellas y su vanguardia, formada en buena parte por tropas bisoñas, iba un convoy de heridos de varios kilómetros. Si tenemos en cuenta que Castaños seguía creyendo que los franceses permanecían en Andújar, y que para Reding y Coupigny también fue una sorpresa encontrarse con los franceses en Bailén, se concluye que se trató de una batalla de encuentro, afectada por la casualidad. Una batalla que se libró en un día muy caluroso, en el que se llegó a rozar los 40º C, y en el cual los suministros de agua por parte de la población fueron fundamentales para la victoria española (tanto para hombres, como para enfriar las piezas de artillería).
Batalla de Bailén. Elaboración propia. Pulsar para ampliar. |
La ventajosa posición española fue fundamental. Dupont necesitaba romper la formación española, pues tenía a sus espaldas al resto del ejército de Castaños. El tiempo apremiaba para los franceses, razón por la que tomaron la iniciativa. Tras atacar fallidamente con cuatro batallones, los franceses lanzaron una carga de caballería que no supo aprovechar su éxito y acabó replegándose. Un tercer ataque francés fue frustrado por la bien emplazada artillería española, que causó verdaderos estragos en las columnas enemigas. Una nueva carga de la caballería francesa, en respuesta al ataque de la española, llevó a sus jinetes hasta las mismísimas piezas de artillería española, pero el cansancio les obligó a replegarse. La firmeza de las líneas españolas, cuyo centro fue atacado sin éxito por la infantería francesa por quinta vez; el elevado número de bajas (2.600); la proximidad de Castaños en su retaguardia; y la lentitud de los refuerzos de Vedel; llevaron al herido Dupont a plantear ante Castaños las condiciones de su derrota: partir, junto a su ejército, hacia Cádiz, con armas y demás equipo inclusive, para regresar a Francia por mar. El día 22, Dupont firmó la capitulación. Finalmente, solo llegaron a Francia los oficiales, mientras que la tropa prisionera fue confinada en la isla desierta de Cabrera, donde pasaron cinco fatídicos años. Respecto a los españoles, la batalla de Bailén demostró que los ejércitos napoleónicos podían ser derrotados, y la noticia corrió como la pólvora por toda la península. Otra cuestión es la de quién fue el padre de la victoria. En rigor, Castaños no presenció la batalla, si bien se le atribuyó el éxito. Mientras, el hispano-suizo Reding, verdadero artífice de la victoria, fue olvidado.
FUENTES
ARTOLA, M.: La Guerra de la Independencia. Madrid. Espasa, 2007.
VÁZQUEZ, J. y MOLINA, L.: Atlas ilustrado de las grandes batallas españolas. Madrid. Susaeta, 2010.
VV.AA.:Las grandes batallas de la Historia. Barcelona. Debolsillo, 2011.
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