La coalición del Partido Liberal con los antiguos moderados llevó a la presidencia, a comienzos de 1909, a José Miguel Gómez, el cual recibía las arcas nacionales exhaustas. El gobierno de los liberales pronto se vio salpicado por multitud de casos de corrupción, a lo cual se sumó la Ley de Defensa Nacional para acabar con la prensa opositora, así como la enmienda Morúa, que prohibía los partidos de color o religión, ilegalizando así el Partido Independiente de Color, hecho que desembocó en el alzamiento del 19 de mayo, principalmente en las poblaciones del área oriental de Cuba. Los estadounidenses trataron de efectuar un nuevo desembarco, pero el presidente Gómez se opuso tajantemente a la intervención. El ejército cubano enviado por Gómez aplastó el alzamiento, dejando tres mil muertos entre las personas de color.
Mario García Menocal. |
La imagen de los liberales quedó muy tocada y su candidato para las elecciones de 1913, Zayas, fue derrotado por Mario García Menocal. Para Bethell, desarrolló una política de conservadurismo paternalista, si bien tuvo iniciativas interesantes como la lucha contra a corrupción oficial o el establecimiento del peso cubano como moneda. La buena marcha de las exportaciones durante la I Guerra Mundial permitió una mejora económica que le valió a Menocal el triunfo en las elecciones de noviembre de 1916, si bien parece ser que hubo fraude electoral, lo cual desembocó en un levantamiento liberal que acabó fracasando al ser aplastado con rapidez por el ejército -así como por el apoyo estadounidense a Menocal, llegando a desembarcar marines que no llegaron a intervenir-.
Su segunda presidencia coincidió con la declaración de guerra a Alemania por parte de los Estados Unidos, a lo que se sumó el Gobierno de Cuba, seguida por la imposición del servicio militar obligatorio, abolido por su impopularidad un año más tarde. El fin de la I Guerra Mundial supuso una caída de las exportaciones y del precio del azúcar, por lo que Cuba entró en una crisis económica en 1920, año en el que quebraron los bancos cubanos.
En 1921 llega al poder Alfredo Zayas, líder del Partido Popular Cubano y, para Bethell, un abogado culto, oportunista, casi totalmente desprovisto de escrúpulos morales. Desde 1922, ante los acontecimientos revolucionaros de México, los universitarios de La Habana comenzaron a solicitar reformas para acabar con la corrupción política y la tutela estadounidense. La universidad fue caldo de cultivo para un espíritu reformista e idealista: en 1923 se produce una reforma universitaria gracias al esfuerzo de un grupo de universitarios liderados por Julio Antonio Mella, que pretendían la educación popular a través de la Universidad Popular José Martí. A estos se sumó, ese mismo año, la protesta de los trece, jóvenes intelectuales que criticaban la gestión de Zayas. Entre ellos surgió el Grupo Minorista, defensor del nacionalismo cubano y de la solidaridad iberoamericana frente al imperialismo estadounidense.
Zayas fue derrotado en las elecciones de 1924 por Gerardo Machado. Su Gobierno impulsó leyes para proteger los productos cubanos, diversificar la agricultura y regular la industria azucarera. Los partidos del Congreso apoyaron su gestión, salvo la Unión Nacionalista del coronel Carlos Mendieta y el Partido Comunista. Para Sánchez-Barba, la moralización de la administración pública otorgó gran prestigio a Machado, lo que "produjo en su ánimo un endiosamiento que culmina en la apoteosis de 1927" cuando "dio un paso claro hacia la dictadura" (1). La ley de Reforma Constitucional prohibía la reelección a la presidencia después de que Machado estuviese diez años en el poder y se prohibió la candidatura a la presidencia de todos los partidos salvo el Liberal, Conservador y Popular. El 1 de noviembre de 1928, Machado fue reelegido por seis años. Pero sus ambiciones tropezaron con la crisis de 1929, la cual debilitó su posición. En 1930 nacía la revolución antimachadista. La violencia fue en aumento y la muerte del estudiante Rafael Trejo a manos de la policía otorgó un mártir a la causa, naciendo el terrorismo urbano. Nació así una nueva organización, joven y secreta, llamada ABC.
A medida que la crisis se agudizaba, el paro y la miseria se extendían por Cuba. También la crispación social y los enfrentamientos con la policía. La Semana Santa de 1933 fue el mayor momento de represión gubernamental. En ese momento, el presidente estadounidense Roosevelt envió al embajador S. Welles para que mediase entre el Gobierno y la oposición. Welles, apoyando las tesis de la oposición, demostró que Machado había perdido el respaldo estadounidense. El 4 de agosto se produjo una huelga general que paralizó La Habana. El día 12 se producía un levantamiento militar y Machado abandonaba el país.
El 4 de septiembre, tras el juramento de Carlos Miguel Céspedes como presidente interino, se producía el golpe de Estado del sargento Fulgencio Batista, junto a universitarios, la organización ABC y la unión revolucionaria. Se formó el Gobierno de la Pentarquía hasta el día diez, tras lo cual se hizo cargo de la presidencia Ramón Grau San Martín. Grau juró su cargo ante el pueblo y no en el palacio presidencial, evitando así jurar la constitución y la enmienda Platt. Por ello, Estados Unidos no reconoció su gobierno lo que supuso su caída. Batista organizó una nueva presidencia provisional, la de Carlos Hevia. El 18 de enero de 1934 se formó un gobierno de coalición presidido por Carlos Mendieta, reconocido por los Estados Unidos. En estos momentos fue importante la acción del secretario de Estado cubano, Cosme de la Torriente; y el embajador en Washington Manuel Márquez Sterling. En palabras de Belmonte, "iban a realizar el esfuerzo ingente de llevar a cabo la negociación del tratado que debía de reemplazar al acuerdo de la discutida enmienda Platt" (2). El 3 de febrero de 1934 la enmienda fue abrogada. Finalizaba el periodo conocido como la República mediatizada, pero la influencia estadounidense siguió vigente.
(1) SÁNCHEZ-BARBA, M., p.205.
(2) BELMONTE, J., p.38.
SÁNCHEZ-BARBA, M.: Historia de América. Editorial Alhambra, 1981.
En 1921 llega al poder Alfredo Zayas, líder del Partido Popular Cubano y, para Bethell, un abogado culto, oportunista, casi totalmente desprovisto de escrúpulos morales. Desde 1922, ante los acontecimientos revolucionaros de México, los universitarios de La Habana comenzaron a solicitar reformas para acabar con la corrupción política y la tutela estadounidense. La universidad fue caldo de cultivo para un espíritu reformista e idealista: en 1923 se produce una reforma universitaria gracias al esfuerzo de un grupo de universitarios liderados por Julio Antonio Mella, que pretendían la educación popular a través de la Universidad Popular José Martí. A estos se sumó, ese mismo año, la protesta de los trece, jóvenes intelectuales que criticaban la gestión de Zayas. Entre ellos surgió el Grupo Minorista, defensor del nacionalismo cubano y de la solidaridad iberoamericana frente al imperialismo estadounidense.
Gerardo Machado |
Zayas fue derrotado en las elecciones de 1924 por Gerardo Machado. Su Gobierno impulsó leyes para proteger los productos cubanos, diversificar la agricultura y regular la industria azucarera. Los partidos del Congreso apoyaron su gestión, salvo la Unión Nacionalista del coronel Carlos Mendieta y el Partido Comunista. Para Sánchez-Barba, la moralización de la administración pública otorgó gran prestigio a Machado, lo que "produjo en su ánimo un endiosamiento que culmina en la apoteosis de 1927" cuando "dio un paso claro hacia la dictadura" (1). La ley de Reforma Constitucional prohibía la reelección a la presidencia después de que Machado estuviese diez años en el poder y se prohibió la candidatura a la presidencia de todos los partidos salvo el Liberal, Conservador y Popular. El 1 de noviembre de 1928, Machado fue reelegido por seis años. Pero sus ambiciones tropezaron con la crisis de 1929, la cual debilitó su posición. En 1930 nacía la revolución antimachadista. La violencia fue en aumento y la muerte del estudiante Rafael Trejo a manos de la policía otorgó un mártir a la causa, naciendo el terrorismo urbano. Nació así una nueva organización, joven y secreta, llamada ABC.
A medida que la crisis se agudizaba, el paro y la miseria se extendían por Cuba. También la crispación social y los enfrentamientos con la policía. La Semana Santa de 1933 fue el mayor momento de represión gubernamental. En ese momento, el presidente estadounidense Roosevelt envió al embajador S. Welles para que mediase entre el Gobierno y la oposición. Welles, apoyando las tesis de la oposición, demostró que Machado había perdido el respaldo estadounidense. El 4 de agosto se produjo una huelga general que paralizó La Habana. El día 12 se producía un levantamiento militar y Machado abandonaba el país.
El 4 de septiembre, tras el juramento de Carlos Miguel Céspedes como presidente interino, se producía el golpe de Estado del sargento Fulgencio Batista, junto a universitarios, la organización ABC y la unión revolucionaria. Se formó el Gobierno de la Pentarquía hasta el día diez, tras lo cual se hizo cargo de la presidencia Ramón Grau San Martín. Grau juró su cargo ante el pueblo y no en el palacio presidencial, evitando así jurar la constitución y la enmienda Platt. Por ello, Estados Unidos no reconoció su gobierno lo que supuso su caída. Batista organizó una nueva presidencia provisional, la de Carlos Hevia. El 18 de enero de 1934 se formó un gobierno de coalición presidido por Carlos Mendieta, reconocido por los Estados Unidos. En estos momentos fue importante la acción del secretario de Estado cubano, Cosme de la Torriente; y el embajador en Washington Manuel Márquez Sterling. En palabras de Belmonte, "iban a realizar el esfuerzo ingente de llevar a cabo la negociación del tratado que debía de reemplazar al acuerdo de la discutida enmienda Platt" (2). El 3 de febrero de 1934 la enmienda fue abrogada. Finalizaba el periodo conocido como la República mediatizada, pero la influencia estadounidense siguió vigente.
(1) SÁNCHEZ-BARBA, M., p.205.
(2) BELMONTE, J., p.38.
FUENTES
BELMONTE, J.: Historia Contemporánea de Iberoamérica. Tomo 2. Ediciones Guadarrama, 1971.
BELMONTE, J.: Historia Contemporánea de Iberoamérica. Tomo 2. Ediciones Guadarrama, 1971.
BETHELL, L.: Historia de América Latina. Vol.9´. Barcelona. Crítica, 1990.
FORNÉS, L.: Cien años de historia de Cuba (1898-1998). La Primera República (1899-1921). Madrid. Verbum, 2000.
SÁNCHEZ-BARBA, M.: Historia de América. Editorial Alhambra, 1981.
SKIDMORE, T.E.: Historia Contemporánea de América Latina. Barcelona. Crítica, 1996.
No hay comentarios:
Publicar un comentario