Letrero que señala la ubicación del memorial del Genocidio en Kigali. Autor: Adam Jones, Ph.D./Wikimedia Commons Web personal: adamjones.freeservers.com |
1994, año del terror en la República de Ruanda. En este pequeño país de África Central, la frágil convivencia entre las etnias hutu y tutsi salta por los aires. En torno a un millón de personas fueron asesinadas.
En Ruanda conviven tres pueblos: los TWA (muy minoritarios, suponen el 1% de la población), los tutsi (14%) y los hutu (85%). La rivalidad entre tutsis y hutus fija sus raíces en el siglo XV, cuando los primeros, procedentes de Etiopía, invadieron las tierras de lo que hoy es Ruanda. Tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, la administración colonial de Ruanda correspondió a Bélgica, etapa durante la cual se agravó la problemática convivencia entre ambas etnias. Las autoridades belgas apoyaron el tradicional liderazgo tutsi, contando incluso con una monarquía. Derechos fundamentales, como la educación, estuvieron restringidos para los hutus.
A finales de los años cincuenta, en pleno proceso de descolonización, la tensión fue en aumento. En noviembre de 1959 comenzó la Revolución Campesina Hutu, poniendo fin al dominio tutsi. La escalada hutu hacia el poder se consolidó con su victoria electoral y la independencia de 1962, proclamando la República de Ruanda. 120.000 tutsis partieron hacia los países vecinos, desde los cuales trataron de preparar su regreso al poder, perpetrando atentados contra las autoridades hutu que, a su vez, solían saldarse con nuevas matanzas de tutsis. Los sesenta fueron años de gran tensión social. En 1973, el general hutu Juvénal Habyarimana derrocó al Gobierno, y a partir de entonces se vivió cierta estabilidad en Ruanda, si bien éste reservó las cotas de poder para su pueblo.
En 1988 nació un movimiento político y militar: el Frente Patriótico Ruandés (FPR). Sus dirigentes eran los jóvenes tutsis expatriados junto a sus padres a comienzos de los sesenta. Entre ellos destacaban Fred Gisa Rwigema y Paul Kagame, actual presidente de Ruanda. Su programa, al menos en apariencia, era de carácter democrático, orientado hacia la convivencia entre tutsis y hutus, planteando la supresión de los carnés diferenciados para crear una identidad nacional ruandesa. Contaban con apoyo de Uganda, Estados Unidos y Gran Bretaña.
El 1 de octubre de 1990, el FPR invadió Ruanda por el norte, desde Uganda. A su paso, las matanzas provocaron el desplazamiento de miles de hutus hacia el interior del país. El Gobierno de Habyarimana reaccionó rápidamente: consideró traidores tanto a los tutsis como a los partidos opositores, al tiempo que, con apoyo militar de Francia, lanzó una contraofensiva que detuvo el avance del FPR.
En agosto de 1993, tras las gestiones de la Organización para la Unidad Africana (OUA), ambas partes firmaron el Acuerdo de Paz de Arusha. En octubre comenzó la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas a Ruanda (UNAMIR), para el mantenimiento de la paz. Sin embargo, las tensiones no se disiparon, al tiempo que los extremistas hutus comenzaron a preparar la opción cero, un plan para la eliminación de todos los tutsis y hutus moderados.
La situación se agravó el 6 de abril de 1994, cuando el avión en el que viajaba el presidente Habyarimana fue derribado. Según varias investigaciones, la orden para el ataque llegó del entorno de Paul Kagame. Desde esa misma noche las milicias hutus tomaron las calles y comenzaron los asesinatos en masa de tutsis y hutus moderados. El 21 de abril, las fuerzas de UNAMIR pasaron de 2.165 a 270. Se abandonaba a su suerte a la población de Ruanda frente a los crímenes de las milicias. El 22 de junio, el Consejo de Seguridad permitió a las fuerzas francesas lanzar la Operación Turquesa, para el rescate de cientos de civiles.
El conflicto finalizó el 4 de julio de 1994, cuando el FPR logró controlar todo el territorio de Ruanda, expulsando a las milicias y al ejército hutus hacia República Democrática del Congo y, posteriormente, Zaire. En total, un millón de personas fueron masacradas y en torno a 200.000 mujeres sufrieron violaciones. A su vez, 1,4 millones de hutus abandonaron Ruanda por temor a las represalias del FPR, siendo confinados en uno de los mayores campos de refugiados de la historia, en Zaire.
La ONU lo reconoció como un genocidio y, en 1999, pidió perdón por no haber intervenido: los cascos azules destinados se limitaron a evacuar a los extranjeros presentes en el país. En realidad, la implicación de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia dificultó una posible intervención internacional.
FUENTES
Adam Jones. Global Photo Archive
Marianistas
El Mundo, 23 de febrero de 2005
Centro de Información de las Naciones Unidas
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