sábado, 16 de febrero de 2013

La Guerra de Invierno: Cuando Finlandia plantó cara a la Unión Soviética


Carl Gustaf Emil Mannerheim, 1942

El pacto Molotov-Ribbentrop no solo suponía un acuerdo de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética, sino que implicaba el reparto de los pequeños y medianos Estados situados entre ambas potencias mediante la creación de dos áreas de influencia. En el área soviética quedaron integrados Lituania, Letonia, Estonia, la parte oriental de Polonia, el espacio fronterizo con Rumanía y Finlandia. Stalin pretendía la creación de una zona tapón frente a Alemania y lo cierto es que no encontró demasiadas dificultades, anexionando Letonia y Estonia. Sin embargo, Finlandia se resistió a convertirse en un satélite soviético y, tras unas negociaciones inútiles, Stalin ordenó la ocupación del territorio finlandés.

El 30 de noviembre de 1939, las tropas soviéticas comenzaron la invasión de Finlandia y Helsinki, su capital, fue bombardeada. Desde el punto de vista soviético, la conquista del Estado finlandés no debía entrañar ninguna complicación. Sin embargo, la subestimada Finlandia supo reaccionar con eficacia y opuso ingenio y táctica ante la abrumadora superioridad numérica del atacante, con una proporción de uno contra diez: 150.000 soldados fineses contra un millón de atacantes.

El artífice de la brava defensa finesa fue el mariscal Mannerheim, creador de la línea defensiva que llevó su nombre. Los finlandeses jugaron con su conocimiento del terreno y decidieron esperar al enemigo, cuyo avance por el territorio finlandés se volvió dificultoso. Como decimos, las tropas finlandesas, que contaban con un armamento obsoleto, tuvieron que hacer uso de su ingenio. De este modo, las emboscadas y ataques sorpresa contra los soldados soviéticos fueron la mejor baza finesa, junto a su invención del cóctel molotov para atacar a los carros de combate soviéticos. Estas acciones fueron posibles gracias a que los finlandeses contaban, a diferencia de sus enemigos, con uniformes para la guerra de invierno. En este contexto, cobró fama un francotirador conocido como "Belaya Smert", Muerte Blanca, llamado Simo Häyhä, quien consiguió eliminar a 700 enemigos. Mientras los finlandeses paraban los pies al Ejército Rojo, la mayoría de los países apoyaban abiertamente a Finlandia e incluso sus vecinos suecos enviaron dos batallones como refuerzo. En diciembre, cuatro divisiones rusas fueron aniquiladas.

Sin embargo, los finlandeses también estaban sufriendo numerosas bajas. En febrero de 1940, la Línea Mannerheim fue sobrepasada por el empuje soviético. La situación se volvió insostenible y el presidente finés, Ryti, se vio obligado a firmar la paz en el mes de marzo, cediendo a la URSS Carelia y Salla (un 10% del territorio finlandés).

La actitud de Finlandia ante el gigante soviético sorprendió al mundo. Sus tropas consiguieron detener el avance enemigo durante tres meses por medio del ingenio y la astucia. La sed de revancha llevó a que, en 1941, los finlandeses cayesen en brazos de Alemania y volviesen a las armas contra la URSS, esta vez en la llamada Guerra de Continuación. Pero esa es otra historia. Como resultado de la Guerra de Invierno quedaban unas 70.000 bajas finlandesas entre muertos y heridos, frente a 400.000 bajas soviéticas.


FUENTES

BOOTH, Owen y WALTON, John: Historia ilustrada de la II Guerra Mundial. Madrid. Libsa, 2005.

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